La cerámica de Chiapas es, quizá como la de ningún otro lugar del país, la que conserva características peculiares que la identifican con el pasado, en técnicas y diseños, al mismo tiempo que se ubica en el presente y ¿por qué no? en el futuro.
En el pueblo de Tlahuitoltepec, en la sierra mixe de Oaxaca, se elaboran patojos, apaxtles y ollas de dos y tres bocas, muy similares a la antigua cerámica de la zona de Monte Albán.
En el poblado de Reyes Mezontla, Puebla, de origen popoloca, todas las piezas se bruñen de forma excepcional, a tal grado que podrían competir con cualquier pieza de origen prehispánico elaborada con la misma técnica.
En La Labor, poblado de San Felipe Torres Mochas, Guanajuato, se elaboran objetos muy similares a los de Chupícuaro y su bruñido con en-gobe también es extraordinario. En Patamban, Michoacán, los cántaros se decoran con las técnicas del bruñido y el alisado, sobre el que se dibujan motivos tradicionales de gran belleza.
Para agotar el tema tendríamos que ocupar una enciclopedia y poder así describir las técnicas y similitudes entre la cerámica prehispánica y la contemporánea, por lo que nos hemos enfocado a señalar únicamente algunos ejemplos sobresalientes.
La cerámica que se elabora actualmente sigue siendo, hoy como ayer, un testimonio vivo cuyo estudio permitirá adentrarnos más profundamente en la comprensión del pasado, pues establece, como en los casos de la manufactura de cerámica anteriormente mencionados, un puente para la investigación, preservación y difusión de ésta.
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