Lente y brújula”, artista, viajero y defensor de los vestigios de la civilización maya
El
Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la Universidad de Valencia
decidieron rendir un homenaje a la obra de Teoberto Maler, a propósito del
centenario luctuoso de este personaje al que le queda chico el epíteto de
“artista viajero”.
Debido a sus minuciosas investigaciones, Maler es
considerado uno de los pioneros del trabajo arqueológico, amén de haber sido un
tenaz promotor de la preservación de los vestigios de la civilización maya, en
los primeros años del siglo XX, cuando se consumaba el expolio de los tesoros
del Cenote Sagrado de Chichén Itzá.
Desde
que arribara al puerto de Veracruz a bordo de La Boliviana, el 30 de diciembre
de 1864, el periplo de Teoberto Maler en tierras mexicanas (salvo un
lapso de siete años que regresó a Europa y anduvo por otras parte del mundo)
duró hasta su muerte, en 1917. En los 53 años que permaneció aquí, pasó de ser
un militar al servicio de la causa invasora —fue parte de las compañías
austro-belgas que apoyaban a Maximiliano de Habsburgo—, a un fotógrafo
especializado en las “ruinas” y la gente de este país.
Aunque
su apasionamiento por las ciudades prehispánicas comenzó al conocer El Tajín,
en Veracruz, son más conocidos sus registros fotográficos del área maya. El
INAH y la Universidad de Valencia, con la colaboración del Instituto de Cultura
de Yucatán, lograron que una treintena de esas imágenes que Maler tomara en
sitios de Campeche, Yucatán y el Petén guatemalteco, se alojen temporalmente en
el Museo Nacional de Antropología.
Durante
poco más de un mes, la exposición titulada Teoberto Maler en tierras
mayas. Lente y brújula permanecerá en el pasillo del primer piso del
museo. Se trata de un montaje pensado a manera de “contrapunto”, pues el
visitante podrá iniciar su recorrido por las antiguas ciudades de las Tierras
Bajas del norte o por las de las Tierras Bajas del sur, dependiendo del extremo
del pasaje en que se encuentre.
La
curadora de la muestra, la doctora María Luisa Vázquez de Ágredos Pascual, de
la Universidad de Valencia, manifestó que ésta “remite a paisajes
arquitectónicos y entornos naturales, a la figura del indígena, todo aquello
que Maler consideró importante retratar. Aunque Teoberto Maler aprendió el
oficio fotográfico en México, en sus composiciones son claras las
reminiscencias a la pintura, cuyos principios conocía muy bien”.
El
visitante contemplará las impresionantes perspectivas que este sabio aventurero
obtuvo de los templos piramidales de Tikal, mediante el uso de contrapicados, o
el modo en que captó la amplitud de las grandes plazas mayas, por ejemplo en
Hochob, Campeche. “Es en estas imágenes donde se nos revela la formación de
Maler como arquitecto, con un conocimiento profundo en temas artísticos. Un
hombre, podría decirse renacentista, que quedó cautivado por México, su
geografía, su naturaleza”, refirió la historiadora del arte.
En
vistas fechadas entre finales del siglo XIX y la primera década del XX,
aparecen también las Cuevas de Loltún, el monstruo de la tierra en un edificio
de Hochob; los pilares del Templo de los Guerreros, edificios del Grupo de las
Monjas y el Templo del Dios Recostado, todos ellos en Chichén Itzá; jerarcas
mayas tallados en estelas de Xcoralché, Yucatán; o imponentes elementos
arquitectónicos como la Torre de Nocuchich, en Holpechén, Campeche.
A
espaldas de estos vestigios o meditabundos sobre alguna pilastra, aparecen con
rostro adusto y vestidos de manta algunos mayas que acompañaban a Maler en su
camino a las ruinas.
Las
múltiples facetas de Teoberto Maler y sus andanzas por prácticamente todo el
territorio mexicano fueron evocadas este lunes 4 de diciembre por diversos
especialistas del INAH, y de las universidades de Yucatán y de Valencia, entre
ellos, César Moheno, Roberto Velasco, Lilia Fernanda Souza, Gaspar Muñoz Cosme
y Cristina Vidal Lorenzo.
Juan
Carlos Valdez Marín, director de la Fototeca Nacional del INAH, comentó que si
bien las dos más grandes colecciones que hay en el mundo a propósito de los
materiales fotográficos de Maler, son la del Museo Peabody, y la del Instituto
Iberoamericano de Berlín; la Fototeca Nacional del INAH cuenta con 75 piezas
originales de época, entre los que se cuentan negativos de vidrio con emulsión
de colodión, emulsión de plata y bromo en gelatina, negativos de nitrato,
piezas positivadas sobre papel albuminado y aristotipias.
El
grueso de los materiales (35) de Maler que hoy se custodia en dicha fototeca es
parte de una de las colecciones de origen particular más interesantes que hay
en México; la que formó el bibliófilo y coleccionista Felipe Teixidor; el resto
se distribuye en los fondos Coloniales, Étnicos y Prehispánicos.
En
la jornada dedicada a evocar a Teoberto Maler, las expertas Patricia Horcajada,
Nuria Feliu y Andrea Peiró disertaron sobre su obra como fuente para el estudio
del arte maya; en tanto, María Luis Vázquez de Ágredos habló de la obra fotográfica
de Maler, a medio camino “entre la innovación técnica y la inspiración
pictórica”.
Por
su parte, el director del Museo Nacional de Antropología, Antonio Saborit,
reiteró que Teoberto Maler —como él se autodenominaba al firmar sus fotografías
y series—, fue un hombre que en la historia de México ha pasado como pilar del
desarrollo de la arqueología. Su nombre es muy citado en el ámbito de los
estudios del área maya, pero su mención es simplemente la evocación de un ser
casi legendario.
Maler
—dijo— fue en principio de cuentas un fotógrafo de retratos y vistas, empeñado
en trabajar en sitios poco frecuentados y su labor lo llevó a entablar una
relación empática con sus clientes (indígenas y campesinos mestizos, en su
mayoría) a tal grado que, en sus primeros escritos, se manifestó abiertamente
solidario con este sector. Finalmente, en cuanto al registro arqueológico, su
trabajo se convirtió para los extranjeros, consciente o inconscientemente, en
una imagen sobre lo que, se pretendía, era México, en el marco de un mundo
exótico.