El porno de la indignación moral




por Luz del Alba Belasko

El porno de la indignación moral es el título de la psicóloga Molly Crockett, quien usó estas palabras en una conferencia.  Ahí explicó que la indignación moral tuvo un origen social en parte beneficioso porque, en pequeñas comunidades, servía para prevenir daños futuros y promover la solidaridad grupal.

Hoy en día, las comunidades masivas creadas por Internet y en redes sociales, la indignación moral se convierte en un instrumento político, social y cultural.

Sin embargo este fenómeno es el pan de cada día, sobre todo en un país donde nos dirigen políticos corruptos y en donde la indignación y el coraje de sus ciudadanos, no les queda más, que manifestar su voz en redes sociales a millones de cibernautas.

En México, el problema más importante que existe para la ciudadanía en la actualidad es la corrupción y el fraude (40%). Es una especie de tsunami  mediático sobre la corrupción: desde la  información periodística, hasta la más recóndita tertulia pasando por su eco en las redes sociales en donde esta saturado de indignación moral.

Lamentablemente, la corrupción está asentada en nuestra cultura y actividades, tanto sociales como económicas. Un concepto que va más allá del abuso del poder de los gestores públicos para provecho propio, sea de tipo económico o de otra índole.

La corrupción entendida como degradación ética de una parte importante de nuestra sociedad y esta degradación genera un déficit de valores que afecta la calidad de una sociedad democrática. Esta “herencia” acumulada durante siglos de corrupciones, chalaneos, vasallajes y carencia de cualquier valor ético sigue impregnando nuestro acervo cultural, como si fuese una impronta genética.

Hoy, la crisis actual está movilizando un número importante de ciudadanos, algunos porque son consecuentes con su valores éticos y otros, la mayoría, porque están indignados con sus coyunturas vitales, donde se mezclan ideas confusas llenas de pasiones y rabia contra un sistema que les ha fallado.  Es la ética de la indignación,  es el inicio del viaje iniciático hacia la ética de los valores.

El cibernauta tiene el poder de castigar, indignarse, y a veces hasta linchar a costa de todo. Para algunos hay un fariseísmo toxico que permea las redes sociales, pero hay que verlo como la indignación de la moral.