Nuestra ruta fue por la comunidad de Chiquihuites a 2,092msnm, principal acceso hacia el cráter del volcán, del lado de Tapachula, sobre un camino agreste del que atesoramos el haber visto a un Bubo bubo el Búo Real, ahí parado en un árbol antes de cruzar el puente Mala
BITAKOREANDO
Por LUZ DEL ALBA BELASKO
f/Belasko y Dr.Tellosky
Trepar al gran Volcán del Soconusco, al volcán binacional de México-
Guatemala, a la “casa del fuego”, para los maya “Mam”., con un
grupo de interdisciplinario de profesionistas: antropólogo, sociólogo,
documentalista, arquitecto, ambientalista., fue una experiencia
importante para cada uno desde su perspectiva.
Entrar al gran templo terráqueo-biológico y montaña sagrada con 4,092msnm de altitud en los límites naturales cubiertos de pinos enormes, cedros rojos y ceibas., penetrar la montaña sagrada maya-mam, donde habita el mítico quetzal, el extraño pavón, el águila crestada junto al ocelote.
Extasiarse hasta el cansancio de su rica diversidad y alto endemismo que se manifiesta especialmente en los ecosistemas y paisajes de alta montaña y en el edificio volcánico que presenta rasgos geofísicos de gran valor científico y estético representativos de los ambientes húmedos de origen andino que se encuentran en México.
Nuestra ruta fue por la comunidad de Chiquihuites a 2,092msnm, principal acceso hacia el cráter del volcán, del lado de Tapachula, sobre un camino agreste del que atesoramos el haber visto a un Bubo bubo el Búo Real, ahí parado en un árbol antes de cruzar el puente Mala, guiados por esta aparición que nos lleva hacia el primer albergue y tener una noche concentrados y acompañados por cantos casi “avésticos” de tres músicos que caminaban al son de los temblores del Tacana.
de 250 personas que carecen de servicio médico, donde la tercera parte son analfabetos, la mitad cuentan con luz eléctrica, y en la estructura económica; 0 computadoras en las viviendas y una
lavadora y 33 televisiones.
Una medianoche con temblor, despierta hasta el gallo más encopetado este mismo que es testigo de vernos emprender la marcha de los cinco senderistas que recorreremos 10 km en dirección al noroeste, ascendiendo de 1,800 msnm a 3,800 msmn.
El camino comienza siendo amarillo con el floripondio, este árbol de las trompetas que llevaremos en la mirilla del angular. Caminamos hasta el “Paso del Gato” que nos dará entrada para una zona de casi ficción como “avatar” y que es el llamado sotobosque arbustivo denso, con enormes agrupaciones de “manos de león” y vegetación de diversos musgos y epítfitas como helechos, orquídeas, bromelias y aráceas en
abundancia.
Un trago de agua, otra mordida de chocolate no vasta para rendirse al inacabable camino y a la presión y cansancio que es amortiguado por los pequeños bosques de hojas escamosas.
Durante el trayecto nos entrecruzamos con oriundos de la montaña
que bajan con flores, otros con una cruz, otras en mulas, la mayoría
se dirige a un panteón en medio del Tacana que más tarde
divisaremos que da hacia el mar y que está situado a 3000msnm. Ahí
le llevan al muerto su ofrenda de cuarentena.
Llegar a los 2,852 msnm es parar obligatoriamente al páramo de
Lindavista para tomarse un café o comer un taco de frijol con huevo.
Tomar algo más deberá tener su precio, pues uno no se imagina
como suben las cosas hasta ahí. Llegamos embriagados por haber
visto a 100 metros a un supuesto quetzal pequeño de verde
fluorescente y cola pequeña, no sabemos con certeza que sea un
quetzal pero la emoción nos embarga.
A 3,034 msnm nos reencontramos con los más rápidos y furiosos que
sentados al lado del fogón tomando un the de hierbabuena,
comentamos las impresiones. Nos faltan mil más.. hay que tomar
energía para seguir.
Mientras uno se imagina que abajo del volcán la cadena migratoria
esta a todo, la cifra son unas 1,000 personas por día que inician la
travesía hacia el “sueño americano”.
Seguimos cuesta arriba y los pinares y encinales con una altura
intensa y casi a ciegas en el camino. Ahí esta el cementerio de los
árboles, que abre hacia la gran cueva del oso. Un paramo de altura con matorrales nos da el rastro de acercarse al gran cráter, al límite de los 4,100msnm.
Abajo a los pies de este coloso de Centroamérica una imaginaria voz colectiva nos dice, que las fronteras no existen, que el hombre impone con su alevosía los límites., que todo es uno y que desde esa montaña de fuego los sueños siguen floreciendo.