El fin del mundo de los Huicholes está por llegar. First Majestic Silver y las autoridades que la han autorizado a operar en Wirikuta parecen entusiasmadas en ejecutar esta suerte de decreto de muerte
Por José Luis Lesama
“Viricota, Viricota,
quién sabe por qué lloran
las rosas”.
Fernando Benítez
Muchos lo ignoramos, pero la peregrinación milenaria del pueblo Wixárica (huicholes) desde las míticas y exuberantes tierras del occidente de México hasta las desérticas regiones de San Luis Potosí, donde se inició la vida y a la que arriban para agradecer a sus dioses el milagro de la creación y la existencia humana, no es la práctica egoísta de un pueblo que sólo busca su propia salvación. Es, ante todo, un acto para redimir a todas las criaturas del mundo. En Wirikuta, donde unen su belleza la montaña y el austero desierto, cerca de Real de Catorce, en San Luis Potosí, lo mismo que en Leunar (Cerro del Quemado), lugar donde nació el sol y fue salvado por el Dios Tamatz Kallaumari (Gran Venado Azul) para originar la vida planetaria, los Wixaritari se reencuentran con sus dioses, trascienden los rencores, lo efímero, lo que es contradictorio, el pasado y el presente, los cortes generacionales y también las penurias del tiempo actual. Venerando a los dioses que crearon el mundo reciben la señal divina, la salud de los niños, la fertilidad de las tierras y la importancia de ser alguien, todo aquello que hoy les es particularmente negado.
En las tierras sagradas de Wirikuta, donde abunda el desierto, el híkuri (peyote), las montañas de relucientes colores y donde las flores de los cactus, las blancas colinas y la luz solar testimonian el triunfo de la vida y la belleza de la creación, la compañía canadiense First Majestic Silver ha recibido del gobierno mexicano, por 3 millones de dólares, 22 concesiones mineras, las cuales suman un total de 6 mil 326 hectáreas en plena tierra santa del pueblo Wixárica. Las actividades de la compañía minera tendrán lugar sobre una zona altamente vulnerable, de gran marginación, que carece de agua y que, a cambio de la plata y el oro que ha obsequiado, ha recibido contaminación y pobreza. Las sustancias tóxicas abundan en Wirikuta, están en la superficie, en los cuerpos de agua y en el cactus sagrado. El peyote que ingieren los Wixaritari no sólo escasea por el saqueo de grupos ajenos a los Huicholes y por los turistas que lo colectan con la tolerancia de la autoridad, sino que también parte de él está contaminado por plomo y cianuro, como lo demostró un estudio dela Universidad de Guadalajara.
Los representantes de la compañía minera aseguran que sus actividades extractivas no dañarán la zona sagrada, que operarán a dos kilómetros de distancia del Leunar y en particular del agujero en el Cerro del Quemado, sitio específico del nacimiento del sol. No entienden el reclamo del pueblo Wixárica contra la instalación de la compañía minera, que los ha llevado a lanzar un manifiesto por la sobrevivencia, en el que plantean una moratoria permanente contra la actividad extractiva en el territorio donde sus dioses crearon el mundo. Para este pueblo, el carácter sagrado no lo posee únicamente el cerro o un pequeño terreno delimitado de Wirikuta, sino toda la región.
Mientras que para la compañía minera, que el año pasado produjo más de 6 millones de onzas de plata y que cotiza en la Bolsa de Nueva York (La Jornada, 2 de marzo, 2011), las montañas y el subsuelo son simple espacio de negocios, para los Wixaritari son fuente de sustento material y de profunda vida espiritual que abarca la montaña, el desierto y toda su ruta migratoria de cerca de 500 kilómetros, la cual se ve amenazada por diversos proyectos modernizadores (carreteros, mineros, turísticos) con los cuales se busca civilizar y hacer rentables a pueblos y paisajes.
Como lo dice Fernando Benítez en su libro En la tierra mágica del Peyote, es ésta “una tierra santa descomunal. Allí realizaron los dioses sus hazañas creadoras, en el tiempo originario y apenas hay roca, manantial, charco, planta, caverna, abismo o cerro que no estén ligados a un hecho mítico o a un ritual complicado… lo que nosotros vemos como una piedra o como una planta para ellos es un Kakaullari, un ser sobrenatural que no resistió la prueba de la creación y al nacer el sol quedó transformado en roca o en arbusto”.
No se pudo encontrar lugar más inapropiado para llevar a cabo las actividades mineras de la First Majestic Silver. Wirikuta es lugar sagrado protegido por la UNESCO, Área Natural Protegida y Santuario de Aves. El mismo presidente Calderón, en el 2008, fungió como testigo del Pacto Hauxa Manaka, bajo el cual gobernadores de diversas entidades federativas se comprometieron a preservar la Tierra Santa del pueblo Wixárica.
Las protestas de estas comunidades han llegado a la cumbre climática de Cancún, al Senado mexicano e instancias internacionales. El fin del mundo de los Huicholes está por llegar. La First Majestic Silver y las autoridades que la han autorizado a operar en Wirikuta parecen entusiasmadas en ejecutar esta suerte de decreto de muerte. Los indios y la naturaleza parecen cada vez más prescindibles.