¿Enorme importancia formar otra APN?
En un artículo periodístico, Guillermo Almeyra, loa la propuesta de Esparza para formar una Asociación Política Nacional (APN) y la extrapola como si la intención de sus promotores fuera formar un verdadero partido político. No, la iniciativa es meramente electorera cuyos resultados se traducirán en algunas diputaciones para después ir al colapso.
Buenos e irreales deseos
Casi nadie ha hecho mención en los medios respecto del anuncio de Martín Esparza el anterior 30 de octubre en el Estadio Azteca. Guillermo Almeyra, intelectual de filiación troskista, escribió un artículo que enaltece tal propuesta en abstracción de toda crítica a la política ezparzista y a las desafortunadas experiencias previas.
Dice Almeyra que, “La decisión del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) de constituir una agrupación política nacional (APN) o si es posible incluso un partido y de llamar a un congreso social tiene una enorme importancia no sólo por el peso de las tradiciones del SME y de la Tendencia Democrática en el SUTERM, de Rafael Galván, y por el aporte de decenas de miles de obreros organizados a una lucha política, sino también porque el SME podría llegar a dar un eje político obrero a un movimiento de masas que arroje a la basura la política neoliberal y la oligarquía mafiosa que la defiende y construya las bases de una verdadera alternativa obrera, nacional y popular, no capitalista, que reanude la vía soñada por los zapatistas de Morelos, por los jacobinos constitucionalistas en la
Revolución mexicana y por esa segunda ola de ésta, que fue el gobierno de Lázaro Cárdenas” (Almeyra G., en La Jornada, 7 nov 2010).
Primero, la decisión no fue del SME sino de Esparza quien, unilateralmente, sin discusión previa y sin consultar a los trabajadores, en medio del festival musical, propuso súbitamente una votación a mano alzada al estilo AMLO.
Segundo, la Tendencia Democrática del SUTERM NUNCA fue de Galván. Esa manera de expresarse es frívola y superficial. La TD la formamos decenas de miles de electricistas miembros del SUTERM y fue encabezada y representada por Rafael Galván. Eso es otra cosa. Almeyra, por cierto, NO estuvo al lado de la TD y, por tanto, habla de oídas.
Tercero, la TD, en efecto, tuvo un enorme peso político y sus propuestas son vigentes. Pero, de allí no deriva NINGUNA importancia relacionada con la APN que propone Esparza, sino al revés. La TD NUNCA siguió un camino electorero. En 1978, Valentín Campa, del todavía Partido Comunista, no apoyó al movimiento pero sí insistía en que la TD fuera partícipe de la Reforma Política instrumentada por Jesús Reyes Heroles (PRI). La discusión interna de la TD jamás suscitó ninguna simpatía siquiera con la participación electoral.
Cuarto, que el SME podría dar un eje político obrero a un movimiento de masas es un buen deseo. El SME jamás aceptó transformarse para extenderse por el interior del país como ocurrió con la industria eléctrica. Hizo exactamente lo contrario: contraerse cada vez más hacia el centro hasta que colapsó. Siempre se mantuvo como el viejo sindicato de empresa negándose a formar parte de un sindicato nacional de industria. EL SME no tiene estructura nacional, nunca la tuvo. Así, no es posible constituirse en eje de nada.
Quinto, Almeyra omite que el SME vive un gravísimo conflicto que lleva ya 14 meses consecuencia del enfrentamiento infantil con el Estado. Eso se debe a una política antiobrera seguida por Esparza y otros, cuyos resultados son muy serios expresados en la terminación de las relaciones laborales individuales y colectivas de todos los electricistas. Durante más de un año la política seguida ha sido desastrosa. ¿Cómo podría, con tal política, reanudarse la vía zapatista o cardenista? Eso no solo es hiperbólico sino irreal.
De inmediato, concluye Almeyra: “Si así fuere, México podría comenzar a completar su Independencia”. Desde luego, no es así, Almeyra fantasea.
Política acrítica
Luego, refiriéndose al llamado congreso social, señala que “Este congreso, con vistas a una Constituyente -si realmente fuese abierto y emprendiese sin cortapisas ni sectarismo una discusión sobre cuál es la fase en el mundo y en el país y cuáles son las tareas de quienes desean luchar por la liberación nacional y social-, podría evitar el fracaso sufrido por anteriores experiencias prometedoras, pero que se hundieron en el pantano de los compromisos o se derrumbaron debido a intereses sectarios”.
Precisamente, si ese congreso “fuese” como dice Almeyra podría ser otra cosa. Pero no, las condiciones ideales que sugiere ni
siquiera están pensadas por sus promotores, lo que no evitará el fracaso de experiencias previas, precisamente, por el sectarismo.
Enseguida, el articulista indica que “iniciativas como los Diálogos Nacionales o la APPO, sus antecedentes directos, deberían ser estudiadas para retomar el hilo de la acción, pero a la luz de las enseñanzas de las derrotas”.
¿Los Diálogos Nacionales? ¿Las enseñanzas de las derrotas? Para ello, habría que dar una explicación crítica de tales “derrotas”. Nadie de los participantes lo ha hecho, ni siquiera han examinado seriamente las experiencias. Almeyra omite que la crítica y autocrítica siempre ha estado ausentes entre la llamada izquierda. Además, el propio SME y troskistas que acompañan a la cúpula, ¿han sacado siquiera las conclusiones críticas de la derrota? ¡Nada!
Negra experiencia electorera
A continuación, dice Almeyra que “hasta ahora el SME ha formado parte de una alianza de hecho entre el sector obrero y un sector desarrollista nacionalista y popular con política capitalista distribucionista, que agrupa vastos sectores de la clase media y sectores burgueses de oposición y sigue las perspectivas electoralistas de AMLO”.
Eso será en la época reciente, anteriormente la relación era con el PRI y el sindicato, a través de las representaciones en turno y, salvo excepciones honrosas, siempre fue funcional al Estado. La relación con AMLO ha sido seguidista, acrítica y superficial.
Luego, Almeyra expresa algunas dudas respecto a la vía electoral al señalar que “no es sensato esperarlo todo de un mero triunfo electoral, aunque sí hay que luchar por ocupar todos los espacios legales y por combatir en las batallas electorales, pero para educar y organizar a los desorganizados, no para ocupar puestos en las instituciones”.
De un eventual triunfo electoral no hay que esperarlo “todo” ni siquiera un poco. La experiencia del propio partido troskista, el PRT, es lamentable. De negarse a participar en la vía electorera, terminó por colapsar alseguir esa vía. El PRT que se había constituido en partido político nacional, con registro y subsidio económico del Estado, terminó por disolverse luego de haber obtenido unas cuantas diputaciones.
La APN de Esparza NO es “el partido”
La vía electorera como camino para “educar y organizar a los desocupados” no es el objetivo de la reforma política sino, precisamente, “para ocupar puestos en las instituciones”. Los ejemplos desafortunados son muchísimos. Baste señalar que los resultados de la vía electorera se expresan en votos de ciudadanos que se traducen en diputaciones o cualquier otro cargo menor en los aparatos burocráticos del Estado. Esos logros, para la izquierda en su conjunto, han sido magros y no han servido para “organizar a los desorganizados”, no es el objetivo. De hecho, la vía electorera no es la única ni la mejor manera de organizar y educar políticamente, sino al revés.
Almeyra concluye que “una APN o un partido basados en el SME y en otros sectores sindicales obreros no puede, por tanto, ser electoralista, aunque tome posiciones y pueda hacer alianzas con vistas a los comicios. Debe tener una política independiente de todas las fracciones burguesas, aunque pueda momentáneamente aliarse con la más democrática y nacional contra la proligárquica y proimperialista, y debe tener su propio programa obrero y nacional. En la alianza social antes citada, su papel, ideológico y organizativo, debe ser estratégico y de dirección, no el de una mera infantería de apoyo”.
Esas apreciaciones son políticamente débiles. La propuesta de Esparza, para constituir una “APN o un partido basado en el SME y oros sectores sindicales” corresponde exactamente a lo contrario que desea Almeyra. Es decir, la propuesta ES electoralista. Podrá tener el programa que quiera, como le llamen, pero no corresponderá a los anhelos de los mexicanos. Además, el rollo no es sinónimo de ningún programa.
Almeyra piensa en otro “partido”, verdadero, auténtico. Pero, eso no es lo que propone Esparza ni mucho menos. Desde luego, la vía electoral es una forma de lucha no excluyente de otras. Sin embargo, hay ya muchas experiencias fallidas de la izquierda. En cuanto reciben las primeras aportaciones económicas del Instituto Federal Electoral (IFE) se acabaron los proyectos e ilusiones. La disputa por la “lana” se vuelve guerra intestina, al probar las pequeñas mieles los “militantes” reafirman que es un error vivir fuera del presupuesto. Al final, terminan en el colapso. Esto es más probable cuando se carecen de convicciones revolucionarias. Esparza ni experiencia sindical tiene menos formación política de clase.
Almeyra, por supuesto, no se compromete a nada, la crítica está ausente de su artículo, las desafortunadas experiencias electoreras previas, simplemente, no existieron.
Necesaria la independencia de clase
¿Necesitamos un verdadero partido? ¡Por supuesto! Pero, hablar del partido implica palabras mayores. Un verdadero partido no se puede improvisar y menos imponer compulsivamente a las masas.
No solamente se necesita un partido político sino la construcción de
organizaciones sociales estructuradas y coordinadas en todo el territorio nacional. Igualmente, hace falta un programa basado en principios, un plan de acción, y una praxis ética olvidada por la “izquierda”.
Nada de esto se logra con una APN. Más aún, en el México de abajo hay un rechazo explícito a los partidos políticos electoreros. Todos hemos vivido amargas experiencias. Todos los partidos políticos electoreros existentes y sus legisladores han sido coautores de la traición a la nación, especialmente, en materia energética.
Esparza no tiene política energética independiente. ¿Qué garantía hay que nuevos diputados se porten bien y cumplan sus deberes con sus electores? ¡Ninguna!
Desde luego, cualquiera tiene el derecho de seguir la vía que considere
conveniente. En el presente caso, sin integración al aparato estatal. ¡NO hay embargo, la pretensión es oportunista y de independencia de clase!