José Saramago Honoris Causa UAEMeX



SEÑOR Rector de mi universidad, miembros de la mesa de honor, soy muy malo para nombrar a todas las autoridades y no quisiera, no me arriesgo a crear un conflicto de precedencia en un lugar de concordia y amistad como es esta magnífica Aula Magna. Así que entro directamente al tema de mi conversación Quizá esté hablando demasiado, quizá debería limitarme a escribir, porque se puede llegar a la conclusión que de todo lo que yo pueda decir, no añada nada a la calidad o a la importancia de la obra.

Pero aquí no se trata de decir palabras para aumentar la importancia de la extensión escrita, se trata de decir palabras que por una razón u otra no pueden entrar en la obra escrita, que están ausentes debido a que no pueden incluirse en un sentido inmediato. Entonces, sí es cierto que la obra escrita hasta hoy en el fondo nos está diciendo todo, también es cierto que las circunstancia de la vida, las circunstancia del mundo en que vivimos pueden llevar a un escritor a no contentarse, a no satisfacerse con lo que escribe, con esto que le ha dado un reconocimiento universal, eso que le ha dado premios. Doctorados Honoris Causa que,aclaro ya son 25ó26 y que le ha originado la traducción de su obra a 44 idiomas, en 45 ó 46 países y todo esto crece, crece y crece. Parece que todo podría quedarse allí pero el escritor se da cuenta, o quizá no, porque ha sido una constante de su vida que haga lo que haga entre el cerrajero y mecánico que empezó por ser el escritor galardonado y doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma del Estado de México no hay ninguna deferencia lo que yo llamaría coherencia –tiene que ver con la dignidad o con el respeto que cada uno tiene por sí mismo y es precisamente esa dignidad y respeto los que pueden plasmarse no en la obra literaria y que le impone que hable.

Hablar es sencillamente, disculpen, decir no. Yo creo que la palabra profundamente más necesaria, a lo mejor siempre pero ahora mucho más, es esa palabra tan pequeña que lo está diciendo todo: no. Eso que no tiene nada que ver con el poder del ser humano desde el punto de vista científico y tecnológico que es no poder trascender a todo lo que se pudiera imaginar ahora mismo, lo que pudiéramos haber imaginado hace 30 ó 40 años, y al mismo tiempo esto que dejará como testimonios de su creatividad científica y tecnológica, un testimonio de una dimensión absolutamente extraordinaria, que no tiene parangón con todo lo que ocurrió en la historia de la humanidad hasta ahora y al mismo tiempo el mundo es más injusto. No quiero decir que sea el mundo más injusto que en tiempos pasados, el mundo siempre lo ha sido, el planta es una bola, una esfera más o menos que está existiendo por ahí que no tiene ninguna culpa de lo que la casualidad ha puesto para ser lo que no somos nosotros, eso que llamamos la especie humana. Pero no se puede entender -y yo no entiendo. Que el hombre puede ser al mismo tiempo un creador un inventor alguien que siempre esta descubriendo algo, alguien que siempre esta añadiendo conocimiento al conocimiento.
Las enciclopedia se formaron gigantescas, toda la suma del conocimiento humano es ahora fuertemente vertiginosa, a esto hemos podido llegar y podemos imaginar lo que la sociedad será humana dentro de 100 ó 200 años, mejor no imaginarlo.


Porque ocurre esto, si lo que mueve hombre, lo que mueve al ser humano es el deseo de la felicidad y no vamos ahora a definirla, no se trata de eso, hay una felicidad personal de la familia, de la pareja, en la relación en la amistad y se puede imaginar una felicidad trascendental, de alguien que cree en una vida eterna; lamentablemente todo esto que podemos ir cultivando e incluso diría fabricando a lo largo de nuevas vida, se compagina con la injusticia más absurda que se puedan imaginar.
Somos en este momento en el planeta seis mil 300 ó 400 millones de seres humanos probablemente la mitad, quizá más de la mitad vive el mal y cuando lo expreso así, estoy usando deliberadamente un eufemismo. Pues vivir mal es un término que indica que millones y millones de personas se mueven en lo más rastrero a donde puede llegar la condiciòn humana, lo primitivo. Lo terrible es como si eso tuviera que ser asì y no puediera cambiarse. Yo creo que en las circunstancias en que está viviendo el mundo, que se nos presenta ahí, que está cambiando y va a cambiar mucho más a una velocidad en la que si no damos atención a lo que pasa, podemos ser sencillamente arrastrados en esa corriente que impide la reflexión, el pensamiento, la crítica, la opinión libre, el debate, seremos llevados como seres casi inermes.

Si no nos detenemos un poco a pensar en lo que está pasando, si no decimos: esto está pasando, pero voy a intentar, hablo en la medida de mis posibilidades y fuerza, que al menos si yo no puedo reducir esa corriente, al menos siquiera no me lleve engañado, al menos que yo sepa por qué estoy muriendo, al menos que yo pueda saber por qué la sociedad humana es lo que es.

No voy a entrar por hora aquí sobre la situación del mundo militar, económica, porque me gustaría centrarme, quizás para evitar también la dispersión y porque el tiempo es limitado, en dos puntos sobre todo en este lugar donde quiero dejar constancia de lo que pienso sobre el asunto: dos puntos que yo considero esenciales para la sobrevivencia, y lo digo así consciente del significado de la palabra que no es sólo física sino también espiritual del ser humano. Nos piden todos los días y seguramente demasiado, porque decirlo todos los días y como lo dicen parece parte de una estrategia, como si se pretendiera que nos mantuvieran más o menos dormidos, se dice que vivimos en un sistema democrático y yo me pregunto si efectivamente podemos seguir aceptando esa mentira, esa falsedad, si no tenemos el derecho de preguntar y ¿eso qué es?, a qué te está llevando la democracia.



¿Es democracia un sistema político que realmente pide a los ciudadanos a que intervengan? ¿Cómo puede intervenir el ciudadano si solo expresa sus ideas y convicciones e un trocito de papel (donde pone una cruz) que se coloca en una urna que también podemos llamar ataúd?.

Ahí se queda, se acaba la votación, se cuentan y distribuyen los votos entre los diferentes partidos. El ciudadano regresa a casa con la conciencia de un deber cumplido y dice he cumplido mi deber de ciudadano. Ha cumplido un deber ciudadano que le permiten, porque un pueblo con su voto puede quitar un gobierno que no le gusta y poner otro, de un color que le resulta más simpático, pero sabemos que no cambia nada.
Hubo un tiempo en que se podía decir partido de izquierda, partido de derecha, de centro, socialdemócratas; otros conservadores, liberales, socialistas, comunistas, era una gama muy diversificada en que cada uno, de forma relativa, podía decir yo estoy aquí. Hoy no merece la pena, porque todos son de centro, todos se convirtieron al centro y eso significa que todos son más o menos lo mismo. Entonces, lo que yo pido es más fuerza y lo pido a la universidad. La universidad no puede –quien soy yo que no he pasado nunca por una universidad, aunque ahora he pasado por 24 ó 25, quién soy yo para decir lo que la Universidad debe hacer. No soy nadie, pero cuando miro lo que soy, y cuando me veo en algún lugar de este planeta, quiero exponer mi opinión sin limitarme: el papel de las universidad y no es el de ofrecer conocimientos, eliminemos el juego de que el alumno entra y le enseño esto y aquello y se va, pues estoy convencido de que los tiempos ya no están solamente para eso, necesitamos formar ciudadanos, intelectuales, a las universidad, a los partidos políticos... aquí quizá no fuera mala idea proponer que guardaran en un cajón todos los programas, propuestas electorales y que cerraran el cajón con llave y olvidar lo que está ahí o quizá dejarlo así, porque podría ser útil algún día y llevar a los electores ese documento que se llama Declaración Universal de los Derechos Humanos.




Todo lo que un ser humano puede creer, desear y necesitar está ahí y quién piensa en él, pues nadie. Todos pueden pensar que estoy equivocado, incluso en lo que hago literalmente, pero uno vive de certezas y duda, aunque en este caso creo que no hay duda. Tenemos dos batallas para el siglo XXI en que se empeñe toda la ciudadanía. Algo extraordinario que podría ocurrir sería un debate mundial sobre la democracia, la participación honesta de los medios en ese debate: que la temática principal fuera exactamente eso: democracia, cuánto vale, cuánto mide, cuánto pesa, a quién sirve, quien se sirve de ella, con qué fines, porque tanta palabra, cuando lo esencial es que esa palabra está casi siempre impuesta para eludir, para engañar.

Si no nos enfrentamos a esto. Se pierde la democracia y los derechos humanos, y perder los derechos humanos es reducir una vez más a la humanos a una situación de la cual yo creo que difícilmente podrá salir un día, porque la tendencia actual va en la misma dirección: democracia no, plutocracia. Sería bueno que aceptáramos la necesidad de corregir nuestro léxico, nuestro vocabulario y poner las cosas en su sitio. Vivimos en un sistema plutocrático, es decir, el gobierno de los ricos.
Pero miren quién está hablando. Bueno, yo no soy pobre, incluso puedo decir que soy rico: Premio Nobel, lectores en todo el mundo, me pagan mis derechos de autor, no tengo ningún problema. Entonces por qué me callo, por qué no vivo con lo que tengo, que me serviría para tener mucho más de lo que tengo. Porque Pilar y yo no queremos tener y tener y tener, pues hay una cosa que se llama conciencia, remordimiento del alma y si uno puede ser feliz en su vida personal, en su familia, en este caso con su mujer, puede ser al mismo tiempo muy infeliz, porque no logra no puede dejar de dolerle lo que hay en el mundo.

El Ensayo sobre la ceguera me ha complacido mucho porque cuando estaba firmado libros hace un rato, muchísimos jóvenes se presentaron ahí con una obra tan difícil, tan dura ya leída, muchos libros no eran nuevos acabados de comprar, la mayoría estaban manipulados, leídos, anotados.

Creo y no lo digo por una demagogia fácil de alabar a la juventud, que siempre tiene la culpa de todo; gente incomprendida, siempre incapaz de entender a los mayores, que a su vez son incapaces de entenderlos a ellos, pero hemos visto en los últimos tiempos que en las protestas contra la guerra en Irak, bajó a la calle gente joven y mayor, unida por la idea de que hay algo por defender que importa a todos. Que los jóvenes tienen sus propios gustos, muy bien, que los mayores no los soporten, muy bien, ellos crecerán y sabrán lo que harán en el futuro. Ahora lo que tenemos por cierto es que si abandonamos o si no iniciamos el debate sobre la democracia y los derechos humanos entonces no tendrá ningún sentido que esté diciendo que soy un señor mayor y que un joven me esté diciendo que tiene 18 años y por tanto no está en lo cierto y punto. Lo que tiene que ocurrió nos tocará a todos sin preguntar qué edad tenemos.

Motivémonos a cambiar algo en este lugar, en este ambiente y por esta emoción que nos está uniendo a todos, en esta convicción de que no somos indiferentes a lo que está pasando ya sea cerca o lejos, tenemos en Toluca problemas que aquejan por igual al Estado de México, a México, a América Latina, al mundo como la situación de las comunidades indígenas desde la Patagonia hasta arriba, problemas tremendos que existe aquí y en todo el mundo.

Pero lo que no podemos seguir diciendo es que tenemos problemas, porque somos personas responsables y nos hemos llevado no sé cuánto tiempo a formar dentro del cráneo una cosa que llamamos cerebros, a formar una conciencia, hemos inventado lo peor y lo mejor, hemos inventado el horror, ya lo sabemos. En Ensayo sobre la ceguera, la del médico dice “soy la que ha nacido para ver el horror, el problema es que todos hemos nacido para ver el horror no podemos cerrar los ojos al horror cotidiano que está ahí.

Algo hay que hacer y a mí me gustaría mucho que mi Universidad (yo no me propongo a rector de la Universidad, claro, ya lo sé, no podría) esta Universidad Autónoma del Estado de México, esta universidad de Toluca se convierta en un foco, voy a decir una palabra, un foro de agitación. ¡Oh, qué está diciendo!. Sí, agitación de ideas, debate de todo eso, que aquí uno pueda darse cuenta de las cosas que pasan en Toluca.
Si algún día se dijera: “Toluca es una universidad agitadísima”, sería estupendo, pero en qué sentido –si tiene que ser en el otro, entonces será- pero yo me refiero al debate de las ideas, a la confrontación entre un criterio y otro, aunque puede que sea entusiasta, arrebatado. Lo que no podemos aceptar es evadir nuestra responsabilidad más profunda que es ésta: levantarse por la mañana, decir, tengo mi trabajo, estoy en un planeta y tengo que hacer algo. No puedo hacerlo solo, pues entonces voy a ver con quién puedo cambiar algo.

Pero ahora se preguntarán ¿ellos lo permitirán?, y cuando digo ellos pueden pensar en nuestros gobiernos incluso, y los otros ellos que son hasta donde nuestra voluntad política no puede llegar. En principio no lo permitirán, claro porque apuestan a nuestra pasividad y si no tienen ninguna duda acerca de que las cosas son así y así deben mantenerse, entonces tienen las manos libres. Pero puede ocurrir que los mejores políticos que los hay, gene con un sentido de responsabilidad enorme, quizá ellos necesitan que la gente se mueva porque moverse significa voluntad y solidaridad y si no tienen voluntad de moverse, si se limitaron a las funciones de su cargo, pues entonces despertarán.

En otras palabras, no podemos –así como se dice que no pude usarse el nombres de Dios en vano- usar en vano el nombre de participación ciudadana; esa participación tiene que ser activa, de una sociedad viva, que debata, construya y elija.

Ojalá que la Universidad, esta Universidad pueda contribuir en la creación de un espíritu ciudadano distinto y para una participación que esté en nuestras manos NO estoy seguro si podremos ganar esa batalla sinceramente, no estoy aquí para engañar a nadie, pero si no lo hacemos entonces tendremos todos los motivos para despreciarnos a nosotros mismos, debido a que no hemos cumplido la obligación que teníamos no la hemos cumplido.

Hace pocos días estábamos Pilar y yo en Santiago, en un lugar llamado Villa Grimaldo, donde se reunieron sobrevivientes de todo lo que pasó ahí y recordaron las torturas, las crueldades de que han sido víctimas, las muertes, en otro lugar donde habíamos estado antes, en una universidad pequeña, alguien citó palabras de un dramaturgo chileno, cuyo nombre no tanto como decía Cervantes que no quería acordarse, yo no recuerdo, pero ha dicho esto y es necesario que tengan toda la atención, y si pueden apuntarlo mejor: “Los muertos no están muertos y los vivos no están vivos”.

El se estaba refiriendo a la sociedad chilena y entonces llegamos a la conclusión de que si los muertos no están muertos quiere decir que están cumpliendo con su obligación, porque la obligación de los muertos es permanecer en nuestra memoria no como un recuerdo sencillamente, sino como algo determinante y capaz de mover lo que soy y que cada uno de nosotros urdimos, pero si los vivos no están vivos. Entonces significa que no están cumpliendo con su obligación. Creo que una de las cosas que deberíamos hacer los que estamos vivos, en muchos casos, es vivir de nuestros muertos. México también tiene sus muertos y su idea de que no hay que pensar en la muerte, pero sí hay que pensar en los muertos.

No duden que cuando liberemos las cadenas de los seres humanos, esa corriente, ese flujo ese río que nos ha puesto a nosotros donde estamos vamos a descubrir que tenemos alas en la espalda. Hay que utilizarla y nada más.

Muchas Gracias.









Discurso del Maestro Fermín Carreño Meléndez,
en el Aula Magna de la UAEM



Como dice Don José Saramago: “Ni el arte ni la literatura tienen que darnos lecciones de moral. Somos nosotros los que tenemos que salvarnos y sólo es posible con una postura ciudadana ética, honesta y de profundo amor hacia la humanidad” La presencia de nuestro apreciable Maestro Don José Saramago a nuestra máxima casa de estudios nos hace partícipes de momentos sin precedentes que quedarán grabados en las páginas más gloriosas de nuestra Universidad. No sólo porque nuestro distinguido visitante halla sido galardonado por la Real Academia de Ciencias de Suecia con el Premio Nobel de Literatura en 1998, ya que antes de haber ganado tan importante distinción su obra estaba considerada por los críticos como una de las más importantes de la literatura contemporánea.

Poeta y dramaturgo excepcional, nacido en la pequeña aldea de Azinhaga, en 1922, antes de responder a los llamados de la literatura ejerció diversos oficios como cerrajero, mecánico, traductor, corrector, periodista y asesor editorial, su estilo deja la sensación de estar escuchando al narrador que invita a seguir desde la más depurada fantasía o el acercamiento a la mitología cristiana, hasta las crónicas del escritor de viaje por su patria.

El maestro ha construido un universo propio en el que el amor y la solidaridad humana luchan sin parar contra los males que aquejan a los hombres, en un mundo cada vez más hostil con los más débiles, navega contracorriente con las ideas de que en este mundo todavía cree posible la felicidad y la sana convivencia de las personas. Autodidacta, maestro de sí mismo que suponemos aún recuerda cuando frecuentaba por las noches de los años cuarentas las bibliotecas públicas como la del Palacio das Galvenias, lanzándose a la aventura con el mismo asombro creador del navegante que va inventando cada lugar que descubre, ejerciendo su pleno derecho a su libertad, lejos de las censuras y de las prohibiciones.

...y es precisamente en la biblioteca de las escuela industrial, en esta época donde comienza a ser escrito “El año de la muerte de Ricardo Reis”, libro publicado hasta 1984 con el que gana el mayor número de reconocimientos a sus creaciones, tales como el premio del PEN Club Portugués, el premio Dom Dinis de la Fundación Casa de Mateus, el Premio de crítica de la Asociación Portuguesa de críticos, Premio Grinzane- Cavour de Alba Italia y el reconocimiento The Independent Foreing Fiction Award de Inglaterra.
...y no es para menos puesto que en este libro Don José Saramago identificación plena con un personaje que vuelve de unvlargo exilio de Brasil para sustituir el vacío dejado por Fernando Pessoa con una presencia espiritual que se le presentará a lo largo de toda la obra y con la que finalmente compartirá su destino, recogiendo la mayor parte de las inquietudes humanas, sociales e históricas del autor.

Armando con la sensibilidad que le permiten los años y las lecturas, fiel observador del mundo que le tocó vivir, donde las injusticias cada vez se multiplican, las desigualdades se agravan, la ignorancia crece, la miseria se expande, donde el pez grande se come al chico y al hombre se como hombre, decide colaborar en la construcción de un mundo mejor ya no sólo desde su pluma sino ahora desde la militancia y por ello en 1969 se afilia al Partidos Comunista Portugués.

Con es visión, y bajo esa bandera en 1971 abandona la editorial Estudios Cor, dejando en ella 16 años de formación y madurez, para incorporarse al siguiente año como editorialista en el Diario de Noticias. Colaborador con la Revista Arquitectura edita el primer volumen de Crónicas políticas y entra a trabajar en el ministerio de Comunicación Social. Al quedarse sin empleo en noviembre de 1975 decide dedicarse exclusivamente a escribir.

Es en 1977 cuando se publica la obra que enseña la honradez elemental de reconocer y acatar sin resentimientos ni frustraciones, sus propios límites, sin poder ni ambiciones más allá del pequeño terreno que nos ha ido asignando, y con este contenido sale a la luz “Manual de pintura y caligrafía”. Tres años más tarde el maestro nos enseña como “Del suelo se levantan los hombres y las esperanzas”, a través de la historia de una familia rural de principios de siglo XX, formada por hombres y mujeres condenados a vender su fuerza de sus brazos a cambio de una paga miserable, en condiciones de trabajo infrahumanas, víctimas de la ignorancia, pobreza y sumisión.
Gente engañada por la Iglesia tan cómplice como beneficiara del poder del Estado y a pesar de ello, con una actitud naturalmente estoica ante la vida son ejemplo de dignidad y sacrificios, así surge el libro “Levantando del suelo”, en 1980, libro con el cual ganó los premios: Cidade de Lisboa y Ennio Flaiano de Italia.

En este mismo año, al preguntarse nuestro querido maestro ¿de qué servirán mañana los libros que vamos escribiendo hoy?, con una humildad orgullosa convencido que bajo el brazo lleva una obra maestra y al mismo tiempo verse injustamente rechazado por el mundo, sufriendo el desprecio de los ignorantes, la indiferencia desdeñosa de la autoridad y los poderosos, con poca intención de escuchar el planteamiento novedoso por temor a ser removidos de sus privilegios. Así salta al escenario la pieza de teatro llamada “¿Qué haré con este libro?”. Ya para 1982 se aproxima un padre Jesuita llamado Bartolomeu que inventó una máquina capaz de subir al cielo y volar con el combustible de la voluntad humana, nos lleva al Portugal del siglo XVIII en un tiempo en donde florecieron las superticiones, las hogueras de la Inquisición y donde la vanidad de un Rey construye un convento, un palacio y una basílica tan grandes que todo el mundo supiera de la grandeza de su reinado y en medio de este ambiente cargado de perjuicios se asoma Bilmunda, mujer capaz de ver lo que hay detrás de la piel de las personas en “Memorial del convento”, obra que desnuda el pensamiento humano y resuelve que son los sueños los que sostienen al mundo en so órbita.

Haciéndose con este libro acreedor a dos importantes premios del PEN Club Portugués y el Literario del municipio de Lisboa.

Como producto del resentimiento colectivo portugués al desprecio histórico de Europa en 1986 se publica la novela política de ficción “La balsa de piedra”, en la que la Península Ibérica se separa del continente y se mueve sin rumbo definido al sur del mundo creándose un encuentro con los pueblos de centro América quienes desafiarán al dominio sofocante norteamericano, la obra no es más que una metáfora generosa y humana en la que pretende que Europa se traslade hacia el sur en calidad de pago por sus constantes abusos coloniales antiguos y modernos para ayudar a equilibrar el mundo.

La riqueza cultural e histórica, el amplio conocimiento del hombre así como su constante aprendizaje a partir de la duda, llevaron al maestro a escribir “El evangelio según Jesucristo”, obra publicada en 1991, no es una revisión entre líneas del nuevo testamento que intente buscar contradicciones evidentes, sino es simplemente una historia de seres humanos sujetos a un poder contra el cual luchan, pero al que no pueden vencer, donde el sentimiento de culpa la describe como un lobo que se come al hijo después de haber devorado al padre, encarnado en personas comunes que viven y sienten, alejada de las bienaventuranzas y la mitología sagradas, con este libro se hizo acreedor del Gran premio de romance y novela de la Asociación Portuguesa de Escritores. Penetrando en el oscuro laberinto de las creencias religiosas, que muestran cínicamente la intolerancia que insultaba la causa divina tanto de protestantes anabaptistas como de católicos en la escalofriante guerra del siglo XVI, en Munster Alemania, se pone en escena “Innomini Dei” (En nombre de Dios) en 1993. Obra que consigue ganar el Gran premio de teatro de la Asociación Portuguesa de escritores.

Como el maestro ha confesado que sus personajes le enseñan a madurar, a crecer y es producto más de sus obras que ellas de él mismo, no digamos que se haya dado cuenta de que estamos ciegos al declararse la guerra entre hombres escondiendo las verdaderas intenciones bajo los auspicios de un ente dominante factor Dios. Y así se publica “Ensayo sobre la ceguera” en 1995, para que todo usamos perversamente la razón cuando humillamos la vida, que la mentira universal ocupó un lugar en las verdades de todos, que el hombre dejó de respetarse cuando perdió el respeto a sus semejantes.

Cuántas y cuántas obras podremos seguir mencionando en las que Don José Saramago nos regale lecciones de humanidad, solidaridad, honestidad y ética que debe de privar en la conducta del cerco de Lisboa, El equipaje del viajero, Casi un objeto, Todos los nombres, Viaje a Portugal, Cuadernos de Lanzarote y recientemente El hombre duplicado entre muchas más.

Así como no podemos olvidar sus obras, no podemos dejar de lado su visión del mundo y en particular de nuestro país, cómo desdeñar sus impresiones recogidas durante su viaje a Chiapas con motivo de la matanza de Acteal en 1997, donde fue objeto de amenazas por parte del gobierno y testigo del desprecio hacia los indígenas.
En su visita, encontró un mundo que no entendía, donde los zapatistas “... sobrevivían alimentándose de su propia dignidad, no tienen nada, pero lo son todo, enfrentando una guerra desigual con un estoisismo sobrehumano producto de siglos de humillación”. Ese sentido humano propio de los grandes lo llevan a solidarizarse con la justeza de las luchas de los más oprimidos. Su obra, no sólo como escritor sino como ser humano ha sido traducida a más de veinte idiomas y en él se reconoce indiscutible originalidad por su controvertida visión de la historia y de la cultura, podemos diferir en puntos de vista con respecto a temas específicos, pero no deja de reconocer su espíritu creativo, soñador y justo, tal como lo han hecho las universidades de Turín, Sevilla, Manchester, Castilla La Mancha y Brasilia. Y hoy 16 de mayo del año 2003, la Universidad Autónoma del Estado de México.

Maestro, a partir de su visión y su mundo permítanos ser consecuentes con su obra y practicar el derecho a nuestra libertad de disentir; a no estar de acuerdo, a proponer pero nuca y menos como universitarios a quedarnos callados.

Muchas gracias.





DIARIO: LA CALLE

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