MINAS EN CHIAPAS: RIQUEZA Y RETO
Ponencia en el Foro Nacional sobre Explotación Minera
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 23 de noviembre de 2009
Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
Introducción
Chiapas es un Estado privilegiado. Tiene historia. Tiene culturas. Tiene un pueblo muy valioso. Tiene mar, selva, bosques, agua, plantas medicinales, biodiversidad, lagos, cascadas, arquelogía, recursos energéticos y variados minerales.
Sin embargo, seguimos ocupando los últimos lugares en desarrollo humano, en educación, en salud, en infraestructura. La pobreza y la marginación, sobre todo de las poblaciones indígenas, son inocultables, a pesar de los grandes esfuerzos de los diferentes gobiernos, que tapoco se pueden dejar de reconocer. Gobernantes, iglesias, organizaciones, agencias internacionales de ayuda y algunos empresarios nacionales, hemos tratado de atender este resago; pero falta mucho todavía por hacer.
¿Cómo se explica que, siendo un Estado tan rico en recursos naturales y humanos, aún tengamos estos niveles de subdesarrollo? No es porque los pobres sean flojos, borrachos y atenidos. Yo los he conocido muy trabajadores, sacrificados y mártires hasta el cansancio por sacar adelante a su familia y a su pueblo. Yo mismo soy hijo de un campesino, un ejidatario. Nos ha faltado un marco jurídico, nacional e internacional, que en verdad proteja y apoye a los que menos tienen. Nos ha faltado solidaridad del corazón, para compartir y no sólo tener más y más para acumular. Nos ha faltado coordinación y diálogo entre gobiernos, iglesias, organizaciones, grupos y personas, para que se cumplan no sólo los “objetivos del Milenio”, sino las justas expectativas de nuestro pueblo, para acceder a un bienestar integral. Con descalificaciones y desconfianzas mutuas, nunca avanzaremos.
Esto nos introduce en el tema de este “Foro sobre explotación minera”. Felicito al Sr. Gobernador Juan Sabines Guerrero, por promoverlo, a través de la Secretaría de Medio Ambiente y Vivienda, y de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Le agradezco su invitación a participar, y le ofrecí compartir lo que hemos reflexionado en dos encuentros que las tres diócesis de Chiapas realizamos ya sobre este asunto, en los que escuchamos tanto a autoridades federales y estatales y a dirigentes mineros, como a campesinos e indígenas involucrados en ello.
Las minas, riqueza y reto
Ante todo, una constación: Las minas son una riqueza, un potencial de desarrollo y bienestar. Para algo Dios las sembró aquí. Nada es al acaso. Dios ama a su pueblo y le regala recursos de toda índole, para que viva dignamente. Las minas no son producto humano de los pobladores, sino tesoro de Dios, que lo pone en nuestras manos. Es un deber explorar y explotar estos recursos, pues de nada serviría conocer que existen y dejarlos que se queden ahí enterrados para siempre, sin que a nadie aprovechen.
Cuando Dios creó este mundo, puso al hombre y a la mujer simbólicamente en un paraíso, porque ése es el plan de Dios: que este mundo sea un paraíso. Pero Dios, aunque lo puede hacer, no quiere hacerlo todo El solo. Quiere que el ser humano cuide, trabaje y aproveche el cosmos, siempre dentro de un orden: el orden de Dios y la fraternidad humana. Cuando el hombre no respeta a Dios, tampoco respeta a los demás, y se hace Caín, que, para prevalecer sobre su propio hermano, lo mata y lo hace a un lado. Ese no es el plan originario de Dios.
Las minas son una riqueza, siempre y cuando se respete el orden de Dios y la fraternidad. El orden de Dios y la fraternidad implican respetar la ecología de la naturaleza y la “ecología humana”, es decir promover un bienestar social para todos. El orden de Dios y la fraternidad exigen cuidar el aire y el agua, no contaminarlos; exigen no talar árboles sin sentido y sin reposición adecuada; exigen no poner en peligro el equilibrio ambiental y social; exigen tener en cuenta la salud comunitaria y los derechos de los pueblos.
Una mina es una riqueza, cuando sus beneficios se comparten y se distribuyen equitativamente; cuando se explora y explota de común acuerdo con las comunidades en cuyo territorio está; cuando se toma en cuenta no sólo a las autoridades locales y a los líderes, sino a todo el pueblo interesado, también a las mujeres, a los jóvenes y a los niños. El capital es necesario, pues nuestros pueblos carecen de recursos para hacer ellos solos la exploración y explotación de una mina, como sería lo ideal. Pero el capital no puede ser el que acapara la gran mayoría de los beneficios, dando a los pobres sólo unas mijagas de consuelo transitorio, y dejándolos después sin minas, contaminados y abandonados a su suerte.
La voz de los pueblos
Pero, alguien podría decir: ¿Qué saben los obispos de estos asuntos? ¿Por qué hablan de ello? Permítanme compartirles lo que nos han dicho campesinos e indígenas de nuestros pueblos, en los encuentros que hemos tenido sobre la explotación minera en sus comunidades. Nuestro servicio es dar voz a quienes no la tienen en estos eventos, para que seamos servidores de la vida, de la paz y de la justicia.
Textualmente nos han dicho:
Unicamente las autoridades ejidades y algunos ejidatarios llevan el control de esta situación; son los que firman los convenios con las empresas y el gobierno. No toman en cuenta a las mujeres, ni les preguntan, ni les dan informaciones de los acuerdos que se toman en el ejido, sabiendo que también a ellas les perjudica. No toman en cuenta a los avecindados porque no son propietarios; tampoco los hacen partícipes en estos acuerdos. Los avecindados trabajan mas que los básicos; pero estos quieren decidir todo, a veces aunque no tengan trabajo con la tierra. La palabra de los ejidatarios no representa a toda la comunidad. El convenio 169 de la OIT establece el derecho a la consulta; sin embargo, ni las empresas ni el gobieno lo han respetado.
Condicionan a las comunidades ofreciendo proyectos sociales, cuando es obligación del gobierno reivindicar los derechos que tenemos. Han ofrecido obras, que han quedado inconclusas y mal construidas. Causan divisiones en los ejidos, porque no hay buena información sobre el impacto de contaminación ambiental. Han ofrecido reforestar áreas, en compensación por la deforestación que están haciendo.
¿Qué afectaciones han detectado? Sigo enumerando lo que ellos han dicho, ellos que lo están viviendo en carne propia. Nos pueden parecer exageraciones y repeticiones, pero de esta manera expresan lo que están experimentando en sus comunidades:
Erosión, deslaves, contaminación del agua. Disminución de agua en los manantiales, posiblemente por la desviación de sus cauces, por la excavación a grandes profundidades, por la deforestación de bosques. Cerca de la mina, se estan secando los cafetales, por la escasez de agua en la región. El agua de los cafetales se esta filtrando por las grietas, que son muy grandes. El algua del río no se puede beber, está muy espesa, ni los animales la beben. Este año fue el año de mayor pérdida de ganado. Murieron muchos peces. Las prácticas cotidianas de la gente se han modificado. Las mujeres ya no pueden lavar la ropa; ya no se puede juntar agua ni para los animales. Los empresarios no se bañan aquí, ni beben de esta agua.
Se están viendo grietas en el lugar de explotación por la excavación, lo cual es muy probable que provoque derrumbes en grandes cantidades de tierra, llevándose a su paso piedras y árboles, entre otros. Deslaves, por la tierra floja que se encuentra amontonada a orillas de la carretera. Por las excavaciones, la lluvia ha arrastrado la tierra suelta hacia el arroyo principal con que cuenta la comunidad. Ya no existen los “raiceros” donde desovaban los pescados. Se dieron cuenta tarde que las perforaciones rompían los mantos freáticos. Las autoridades no han llegado a visitar, para revisar si la empresa cumple las condiciones en que se autorizó la explotación de la mina. No hay vida para el campesino. Si el pobre tira un palito para su casa, se va a la carcel; pero si las empresas lo hacen, hasta se les dan facilidades.
Amenaza de detenciones a personas que luchan por la defensa de la vida, de la tierra y del territorio. Hostigamiento y presiones. Hay intimidaciones y difamación de personas. Buscan inculparnos. Violencia intra ejidal. Miedo a protestar. Se amenaza a las autoridades ejidales y se les presiona para que acepten con soborno. Extracción bajo presiones y amenazas. Compra de terrenos a escondidas; se estan adueñando del territorio. Miedo a desalojos. Los empleados de la misma comunidad, cuando bajan de cobrar, llegan borrachos y han amenazado a los catequistas. Se cuestiona el futuro de la comunidad. A los empresarios no les interesa cómo van a dejar la zona y la comunidad, sino su ganancia. Las empresas buscan unir a la gente, para convencerlos con dádivas, y la gente se la cree. Algunos campesinos reciben los favores de la empresa y otros no. Las autoridades locales traicionan a la comunidad. Las leyes favorecen más a las empresas, nunca a la conveniencia del pueblo. De una explotación minera, ¿a quién va el recurso que da la empresa?
Inquietudes
¿Qué hacer? ¿Dejar el tesoro escondido en la tierra? ¿Explotarlo sin leyes, sólo con la del más fuerte? ¿Exponer a las comunidades a enfrentamientos y a nuevas divisiones?
Dijeron los campesinos: Lo importante es buscarle solución a todas estas situaciones, sin pelear. Que no manipulen a las autoridades, ni a la gente con proyectos. Que no se afecte la vida humana, ni la ecologia. Cuidar el impacto ambiental, a corto y mediano plazo. Subsanar daños colaterales. No presencia militar. Claridad y transparencia de informacion. Cuando se usa información que no es cierta, todo se desacredita. Hay que cuidar la certidumbre de lo dicho. No inflar los males; con los que hay, son más que suficientes. Es complicado frenar una explotación ya concesionada; por lo menos, observar y exigir que se cumplan los requisitos. Denunciar las incongruencias de lo que se dice y se hace. Fortalecimiento de las estructuras comunitarias. Formar la conciencia de los agentes municipales. Hay que hacer un esfuerzo por cambiar las reglamentaciones del ejido, para que responda a la realidad.
Todos unidos
Nos parece muy justa la decisión del Sr. Gobernador de no apoyar nuevas exploraciones y explotaciones mineras, si no se garantiza el beneficio para todo el Estado, en particular para las comunidades afectadas. Se deben hacer amplias consultas a las comunidades, con una información fidedigna de ventajas y riesgos.
Consideramos que es urgente elaborar nuevas leyes, ejidales, municipales, estatales y federales, para que la explotación minera sea en verdad provechosa para todos. Y que las autoridades competentes estén al pendiente de que los requisitos para una concesión, se cumplan.
De particular importancia, es mejorar el marco jurídico que proteja el medio ambiente y la salud comunitaria, así como comprometernos todos a no dañarlo con nuestros hábitos diarios y el consumismo desenfrenado.
Nuestra diócesis escucha las inquietudes de los pobres, les acompaña en sus sufrimientos, les ilumina para que disciernan lo que es justo, les desalienta cuando algunos pretenden llevarles a acciones desestabilizadoras. Nunca incentivamos la violencia. Somos servidores de la paz. Queremos el bien de Chiapas, teniendo como bases la justicia, la verdad y la solidaridad fraterna. En esto, concordamos, Sr. Gobernador, y cuenten todos con nosotros, para un desarrollo justo, digno y pacífico.
¡No a la minería depredadora! ¡Sí a la minería generadora de vida digna para todos!
Muchas gracias.
Ponencia en el Foro Nacional sobre Explotación Minera
Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 23 de noviembre de 2009
Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
Introducción
Chiapas es un Estado privilegiado. Tiene historia. Tiene culturas. Tiene un pueblo muy valioso. Tiene mar, selva, bosques, agua, plantas medicinales, biodiversidad, lagos, cascadas, arquelogía, recursos energéticos y variados minerales.
Sin embargo, seguimos ocupando los últimos lugares en desarrollo humano, en educación, en salud, en infraestructura. La pobreza y la marginación, sobre todo de las poblaciones indígenas, son inocultables, a pesar de los grandes esfuerzos de los diferentes gobiernos, que tapoco se pueden dejar de reconocer. Gobernantes, iglesias, organizaciones, agencias internacionales de ayuda y algunos empresarios nacionales, hemos tratado de atender este resago; pero falta mucho todavía por hacer.
¿Cómo se explica que, siendo un Estado tan rico en recursos naturales y humanos, aún tengamos estos niveles de subdesarrollo? No es porque los pobres sean flojos, borrachos y atenidos. Yo los he conocido muy trabajadores, sacrificados y mártires hasta el cansancio por sacar adelante a su familia y a su pueblo. Yo mismo soy hijo de un campesino, un ejidatario. Nos ha faltado un marco jurídico, nacional e internacional, que en verdad proteja y apoye a los que menos tienen. Nos ha faltado solidaridad del corazón, para compartir y no sólo tener más y más para acumular. Nos ha faltado coordinación y diálogo entre gobiernos, iglesias, organizaciones, grupos y personas, para que se cumplan no sólo los “objetivos del Milenio”, sino las justas expectativas de nuestro pueblo, para acceder a un bienestar integral. Con descalificaciones y desconfianzas mutuas, nunca avanzaremos.
Esto nos introduce en el tema de este “Foro sobre explotación minera”. Felicito al Sr. Gobernador Juan Sabines Guerrero, por promoverlo, a través de la Secretaría de Medio Ambiente y Vivienda, y de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas. Le agradezco su invitación a participar, y le ofrecí compartir lo que hemos reflexionado en dos encuentros que las tres diócesis de Chiapas realizamos ya sobre este asunto, en los que escuchamos tanto a autoridades federales y estatales y a dirigentes mineros, como a campesinos e indígenas involucrados en ello.
Las minas, riqueza y reto
Ante todo, una constación: Las minas son una riqueza, un potencial de desarrollo y bienestar. Para algo Dios las sembró aquí. Nada es al acaso. Dios ama a su pueblo y le regala recursos de toda índole, para que viva dignamente. Las minas no son producto humano de los pobladores, sino tesoro de Dios, que lo pone en nuestras manos. Es un deber explorar y explotar estos recursos, pues de nada serviría conocer que existen y dejarlos que se queden ahí enterrados para siempre, sin que a nadie aprovechen.
Cuando Dios creó este mundo, puso al hombre y a la mujer simbólicamente en un paraíso, porque ése es el plan de Dios: que este mundo sea un paraíso. Pero Dios, aunque lo puede hacer, no quiere hacerlo todo El solo. Quiere que el ser humano cuide, trabaje y aproveche el cosmos, siempre dentro de un orden: el orden de Dios y la fraternidad humana. Cuando el hombre no respeta a Dios, tampoco respeta a los demás, y se hace Caín, que, para prevalecer sobre su propio hermano, lo mata y lo hace a un lado. Ese no es el plan originario de Dios.
Las minas son una riqueza, siempre y cuando se respete el orden de Dios y la fraternidad. El orden de Dios y la fraternidad implican respetar la ecología de la naturaleza y la “ecología humana”, es decir promover un bienestar social para todos. El orden de Dios y la fraternidad exigen cuidar el aire y el agua, no contaminarlos; exigen no talar árboles sin sentido y sin reposición adecuada; exigen no poner en peligro el equilibrio ambiental y social; exigen tener en cuenta la salud comunitaria y los derechos de los pueblos.
Una mina es una riqueza, cuando sus beneficios se comparten y se distribuyen equitativamente; cuando se explora y explota de común acuerdo con las comunidades en cuyo territorio está; cuando se toma en cuenta no sólo a las autoridades locales y a los líderes, sino a todo el pueblo interesado, también a las mujeres, a los jóvenes y a los niños. El capital es necesario, pues nuestros pueblos carecen de recursos para hacer ellos solos la exploración y explotación de una mina, como sería lo ideal. Pero el capital no puede ser el que acapara la gran mayoría de los beneficios, dando a los pobres sólo unas mijagas de consuelo transitorio, y dejándolos después sin minas, contaminados y abandonados a su suerte.
La voz de los pueblos
Pero, alguien podría decir: ¿Qué saben los obispos de estos asuntos? ¿Por qué hablan de ello? Permítanme compartirles lo que nos han dicho campesinos e indígenas de nuestros pueblos, en los encuentros que hemos tenido sobre la explotación minera en sus comunidades. Nuestro servicio es dar voz a quienes no la tienen en estos eventos, para que seamos servidores de la vida, de la paz y de la justicia.
Textualmente nos han dicho:
Unicamente las autoridades ejidades y algunos ejidatarios llevan el control de esta situación; son los que firman los convenios con las empresas y el gobierno. No toman en cuenta a las mujeres, ni les preguntan, ni les dan informaciones de los acuerdos que se toman en el ejido, sabiendo que también a ellas les perjudica. No toman en cuenta a los avecindados porque no son propietarios; tampoco los hacen partícipes en estos acuerdos. Los avecindados trabajan mas que los básicos; pero estos quieren decidir todo, a veces aunque no tengan trabajo con la tierra. La palabra de los ejidatarios no representa a toda la comunidad. El convenio 169 de la OIT establece el derecho a la consulta; sin embargo, ni las empresas ni el gobieno lo han respetado.
Condicionan a las comunidades ofreciendo proyectos sociales, cuando es obligación del gobierno reivindicar los derechos que tenemos. Han ofrecido obras, que han quedado inconclusas y mal construidas. Causan divisiones en los ejidos, porque no hay buena información sobre el impacto de contaminación ambiental. Han ofrecido reforestar áreas, en compensación por la deforestación que están haciendo.
¿Qué afectaciones han detectado? Sigo enumerando lo que ellos han dicho, ellos que lo están viviendo en carne propia. Nos pueden parecer exageraciones y repeticiones, pero de esta manera expresan lo que están experimentando en sus comunidades:
Erosión, deslaves, contaminación del agua. Disminución de agua en los manantiales, posiblemente por la desviación de sus cauces, por la excavación a grandes profundidades, por la deforestación de bosques. Cerca de la mina, se estan secando los cafetales, por la escasez de agua en la región. El agua de los cafetales se esta filtrando por las grietas, que son muy grandes. El algua del río no se puede beber, está muy espesa, ni los animales la beben. Este año fue el año de mayor pérdida de ganado. Murieron muchos peces. Las prácticas cotidianas de la gente se han modificado. Las mujeres ya no pueden lavar la ropa; ya no se puede juntar agua ni para los animales. Los empresarios no se bañan aquí, ni beben de esta agua.
Se están viendo grietas en el lugar de explotación por la excavación, lo cual es muy probable que provoque derrumbes en grandes cantidades de tierra, llevándose a su paso piedras y árboles, entre otros. Deslaves, por la tierra floja que se encuentra amontonada a orillas de la carretera. Por las excavaciones, la lluvia ha arrastrado la tierra suelta hacia el arroyo principal con que cuenta la comunidad. Ya no existen los “raiceros” donde desovaban los pescados. Se dieron cuenta tarde que las perforaciones rompían los mantos freáticos. Las autoridades no han llegado a visitar, para revisar si la empresa cumple las condiciones en que se autorizó la explotación de la mina. No hay vida para el campesino. Si el pobre tira un palito para su casa, se va a la carcel; pero si las empresas lo hacen, hasta se les dan facilidades.
Amenaza de detenciones a personas que luchan por la defensa de la vida, de la tierra y del territorio. Hostigamiento y presiones. Hay intimidaciones y difamación de personas. Buscan inculparnos. Violencia intra ejidal. Miedo a protestar. Se amenaza a las autoridades ejidales y se les presiona para que acepten con soborno. Extracción bajo presiones y amenazas. Compra de terrenos a escondidas; se estan adueñando del territorio. Miedo a desalojos. Los empleados de la misma comunidad, cuando bajan de cobrar, llegan borrachos y han amenazado a los catequistas. Se cuestiona el futuro de la comunidad. A los empresarios no les interesa cómo van a dejar la zona y la comunidad, sino su ganancia. Las empresas buscan unir a la gente, para convencerlos con dádivas, y la gente se la cree. Algunos campesinos reciben los favores de la empresa y otros no. Las autoridades locales traicionan a la comunidad. Las leyes favorecen más a las empresas, nunca a la conveniencia del pueblo. De una explotación minera, ¿a quién va el recurso que da la empresa?
Inquietudes
¿Qué hacer? ¿Dejar el tesoro escondido en la tierra? ¿Explotarlo sin leyes, sólo con la del más fuerte? ¿Exponer a las comunidades a enfrentamientos y a nuevas divisiones?
Dijeron los campesinos: Lo importante es buscarle solución a todas estas situaciones, sin pelear. Que no manipulen a las autoridades, ni a la gente con proyectos. Que no se afecte la vida humana, ni la ecologia. Cuidar el impacto ambiental, a corto y mediano plazo. Subsanar daños colaterales. No presencia militar. Claridad y transparencia de informacion. Cuando se usa información que no es cierta, todo se desacredita. Hay que cuidar la certidumbre de lo dicho. No inflar los males; con los que hay, son más que suficientes. Es complicado frenar una explotación ya concesionada; por lo menos, observar y exigir que se cumplan los requisitos. Denunciar las incongruencias de lo que se dice y se hace. Fortalecimiento de las estructuras comunitarias. Formar la conciencia de los agentes municipales. Hay que hacer un esfuerzo por cambiar las reglamentaciones del ejido, para que responda a la realidad.
Todos unidos
Nos parece muy justa la decisión del Sr. Gobernador de no apoyar nuevas exploraciones y explotaciones mineras, si no se garantiza el beneficio para todo el Estado, en particular para las comunidades afectadas. Se deben hacer amplias consultas a las comunidades, con una información fidedigna de ventajas y riesgos.
Consideramos que es urgente elaborar nuevas leyes, ejidales, municipales, estatales y federales, para que la explotación minera sea en verdad provechosa para todos. Y que las autoridades competentes estén al pendiente de que los requisitos para una concesión, se cumplan.
De particular importancia, es mejorar el marco jurídico que proteja el medio ambiente y la salud comunitaria, así como comprometernos todos a no dañarlo con nuestros hábitos diarios y el consumismo desenfrenado.
Nuestra diócesis escucha las inquietudes de los pobres, les acompaña en sus sufrimientos, les ilumina para que disciernan lo que es justo, les desalienta cuando algunos pretenden llevarles a acciones desestabilizadoras. Nunca incentivamos la violencia. Somos servidores de la paz. Queremos el bien de Chiapas, teniendo como bases la justicia, la verdad y la solidaridad fraterna. En esto, concordamos, Sr. Gobernador, y cuenten todos con nosotros, para un desarrollo justo, digno y pacífico.
¡No a la minería depredadora! ¡Sí a la minería generadora de vida digna para todos!
Muchas gracias.