por Frente de Trabajadores de la Energía
de México
¿Votar o no votar?
¡Este NO es el problema! Se trata de una falsa dicotomía. La votación es apenas un acto meramente formal, individual y esporádico. Esa “democracia” NO es tal, reducirla al voto significa minimizarla e, incluso, anularla. Por lo demás, el voto NO es la única forma de lucha pacífica. En cualquier caso, es fundamental la organización social estructurada y movilizada territorialmente, con base en un programa propio y con independencia de clase.
El problema del Estado
En el capitalismo siempre ha proclamado la democracia y la libertad pero se trata de mentiras. La democracia burguesa es meramente formal, engañosa y falsa. La libertad es identificada como el derecho de los capitalistas para explotar a los demás. Esos tergiversados conceptos solamente sirven para que continúe la explotación y sometimiento de la mayoría.
El Estado es el aparato, separado de la sociedad, para oprimir a ésta. Muchos han hablado, y a conveniencia lo siguen haciendo, del Estado-nación. Pero, Estado y nación NO son lo mismo. A la nación la formamos todos los habitantes vivientes, en una determinada sociedad dividida en clases sociales, cuya mayoría somos los trabajadores y sectores sociales empobrecidos.
El Estado NO es la nación, ni tampoco es una abstracción; es un aparato constituido por la burocracia gobernante al servicio del capital e incluye a los gobiernos en todos sus niveles, considerando a los ejecutivos en turno, legisladores y poder judicial. De manera especial, el Estado está formado por los cuerpos de coerción, es decir, las fuerzas armadas (ejército, aviación, marina) y las policías de todo tipo.
Pero, además, el Estado para “legitimarse” necesita del consenso, así sea inventado o impuesto compulsivamente, por la vía cruenta o incruenta. En este último caso, las elecciones le son cruciales y no le importa que sean “limpias” o no. Con esa “legitimidad”, el Estado con sus gobernantes en turno decide y aplica políticas contra la sociedad. Las “elecciones” se convierten en el “derecho” que se abroga el Estado para gobernar unilateralmente.
Esa “democracia” jamás altera la esencia del Estado, al contrario lo “legitima”. El Estado es innecesario pero, por supuesto, su extinción no es inmediata ni ocurre al margen de los procesos históricos. Sin embargo, actualmente no estamos ante ninguna transición. El capitalismo sigue en sus recurrentes crisis y para seguir vigente necesita de reforzar a su Estado, hecho que su contrario histórico NO comparte.
Cien años de agravios y atropellos
Sin considerar el problema del Estado la discusión sobre las votaciones se vuelve irrelevante y no se logra claridad política ni la formulación de alternativas coherentes. En México van casi cien años de dominio capitalista basado en una falsa democracia. El Estado actual, lejos de ser fallido, está “fortalecido” procediendo como tal contra la sociedad.
Fue, precisamente, durante la Revolución Mexicana cuando el Estado que sostenía a la dictadura porfirista fue literalmente “quebrado”. Eso ocurrió, desde el punto de vista militar, en la batalla de Zacatecas. En esa ocasión, el ejército de Pancho Villa desbarató al ejército de la dictadura. Desde el punto de vista político, el punto culminante fue la toma de la capital mexicana por los ejércitos campesinos de Villa y Zapata. Y, la expresión más trascendente de la Revolución, fue la Comuna de Morelos, forma política del zapatismo para gobernar con una política propia, incluyendo la toma de las tierras, los bosques y las aguas, las expropiaciones y la promulgación de leyes, con base en la experiencia del pueblo en armas.
Pero, al interrumpirse violentamente la Revolución, con el asesinato carrancista de Zapata, Villa y Flores Magón, se inició la reorganización del Estado. Carranza, Obregón y sucesivos gobiernos reconstituyeron al ejército que fue afirmado política y corporativamente durante el cardenismo. Con posterioridad, esa importante parte del Estado fue formada en las escuelas del imperialismo. Durante décadas, la represión político-militar devino en una constante y, por esa vía, el Estado enfrentó violentamente a la protesta social de todo tipo.
Actualmente, esa política no ha variado. Los gobiernos en turno siempre se han apoyado, literalmente, en las armas del Estado. Las fuerzas armadas incumplen, incluso, sus deberes constitucionales. Hoy, el Estado las utiliza en labores policíacas, en el combate al crimen organizado y, sobre todo, en la criminalización de la protesta social.
En un proceso de décadas, el Estado ha venido erosionando al consenso, especialmente, los gobiernos fraudulentos del PAN, proceso al que no es ajeno el PRI, ni siquiera el PRD.
Y, después de casi cien años de agravios y atropellos, ¿es correcto seguir confiando en ese Estado, avalando gobiernos que continúan con la misma política antisocial? Los mexicanos hemos “aguantado” todo, enfrentando innumerables casos de represión, cruenta e incruenta.
A cien años de la Revolución y doscientos de la guerra insurgente, ¿es siquiera procedente “legitimarlos” con el voto en unas nuevas elecciones fraudulentas cuando, haciendo honor a los mexicanos “de antes”, debemos “botar” al mismo Estado y sus integrantes?
El descontento a través del control social
En diversos momentos, los trabajadores mexicanos hemos sido enfrentados por el Estado. Mientras se mantiene la sumisión no hay problema, el Estado está feliz; pero, cuando se reclaman los derechos, siempre procede contra los inconformes así tengamos la razón. La represión ha sido violenta, lo mismo con las huelgas ferrocarrileras, que con el movimiento estudiantil o los electricistas de la Tendencia Democrática.
Ante la resistencia del pueblo de México, el Estado ha respondido como tal y, en previsión de perder el control, desde los 70’s propuso canalizar el descontento por la vía del Parlamento. La reforma política instrumentada por Jesús Reyes Heroles (padre) ha engañado al pueblo de México. Bajo una aparente consigna de “civilidad”, tal reforma ha servido para que los partidos políticos se repartan el poder gubernamental con base en una misma política, contra la sociedad en su conjunto, favoreciendo al capital. Farsa electoral le llamamos en su momento a esa “apertura” para canalizar el descontento social a través del Parlamento.
Pero, la llamada “izquierda” se civilizó, los revolucionarios fueron excluidos, quienes quedaron se convirtieron en políticos útiles y fieles al Estado. La vieja idea de “cambiar al sistema desde adentro”, pretendiendo que se podría regenerar al PRI, llevó a muchos a ilusionarse con la alternancia. Algunos oportunistas le llamaron “transición” al cambio del PRI por el PAN. Otros, se ilusionaron creyendo que podrían “reformar” al Estado, mediante un discurso insostenible pues, dónde han gobernado, lo han hecho exactamente como el PRI y el PAN. No puede ser de otra manera porque la política, y “la lucha”, que “proponen” está definida por y en el marco del actual Estado y sus instituciones.
Voto inútil
Las siguientes elecciones, ¿cambiarán la situación? ¡No! Gane quien gane, incluso, la socialdemocracia, todos seguirán la misma política antisocial.
En tales condiciones, ¿votar es útil? Pensamos que no sino a la inversa. Además, hay muchas razones (corrupción, vínculos con el crimen, carencia de ética, etc.) para NO votar por el PAN ni por el PRI, tampoco por el PRD, PT, PANAL, Verde y los demás.
¿Alguno de los partidos políticos se plantean siquiera cambiar el actual estado de cosas? ¡Ninguno! Las campañas políticas son reveladoras. Propagandísticamente, hay mucha basura, especialmente por parte del PAN. Pero, todos los partidos coinciden en la carencia de propuestas programáticas, lo que anima a los candidatos, en el mejor de los casos, son falsas promesas y propuestas huecas.
La gran mayoría de los candidatos (as) son desconocidos, sin trayectoria política ni militancia. Más aún, están postulados personajes acusados públicamente de asesinos, otros son charros sindicales connotados y nadie ha sido electo por las bases sino impuestos por las cúpulas.
Es evidente que sigue prevaleciendo el interés faccioso, la corrupción, el arribismo y la imposición. Cualesquiera que sean los resultados habrá repartición de puestos entre los partidos contendientes. Al Estado NO le interesan los votos ni los votantes. Por supuesto, el mejor escenario es uno en que haya copiosa participación. Así proclamarán la “legitimación” para seguir con las mismas fechorías por parte de los candidatos electos “democráticamente”.
Votando o no votando, el escenario previsible es fraudulento. El proceso está en manos del Instituto Federal Electoral (IFE), institución diseñada exproceso para el fraude. Los votos podrán ser contados y verificados en las casillas pero, los resultados serán alterados. Solo el IFE conoce el padrón nacional de electores, solamente el IFE tiene en sus manos el código-fuente; los partidos políticos están al margen de esos instrumentos.
Por supuesto, el IFE y el TRIFE, con todas las maniobras del caso, servirán para darle forma jurídica a las decisiones políticas previamente acordadas por las cúpulas estatales, mismas que estarán basadas en las encuestas manipuladas por la televisión privada
¿Anular el voto?
Desde el interior del movimiento, la mayoría del pueblo de México desconfiamos de los procesos electorales del Estado. Desde ahora, sabemos que volverá a ganar el abstencionismo, tal vez, con una mayor proporción. Aún sin organización, individualmente, la mayoría de mexicanos comprendemos que nuestro voto NO es tomado en cuenta.
Para muchos, votar por el PAN no representa ninguna opción. Los gobiernos panistas, en un tiempo mucho menor, se han revelado peores que los priístas. Votar por el PRI tampoco es opción. Luego de las experiencias vividas con el PRD, las ilusiones están extintas. Ni siquiera el obradorismo concita las simpatías y, los demás partidos, son simples negocios o vaciladas.
Si ningún partido, ni candidato (a), representan ninguna alternativa, algunos sectores de mexicanos han propuesto “anular el voto”. Esto es posible, la legislación electoral lo prevé. ¿Cómo se anularía el voto? Puede ser dejando el voto en blanco, votando por más de una opción, rayando el voto o no emitir claramente el sentido del voto en cualquier forma.
Pero, eso, ¿serviría de algo? En principio expresaría el rechazo, mediante el voto, a las propuestas existentes. Pero, no serviría de nada, incluso si la mayoría votara en ese sentido. De acuerdo a la legislación aplicada por el propio IFE, los votos nulos NO cuentan. Al final, solo valen los votos “correctamente” emitidos, no importa los que sean, y sobre esa base se hará la distribución entre los contendientes.
De manera que anular el voto no parece ser una opción. Menos aún, porque esos votos anulados sirven para facilitar los cálculos del programa de cómputo en manos del IFE, sobre todo,
los votos en blanco. Eso sí, al acudir a votar, se estará convalidando a la fraudulenta democracia, legitimando al proceso y al Estado opresor.
Aún así, la anulación del voto disgusta a los partidos políticos, todos descalifican a esta opción. El PAN considera que es un crimen o un suicidio, Muños Ledo acusó al PAN de orquestar esa campaña. Otros intelectuales, desde el interior de sus cubículos de seis paredes, antes promotores del voto útil, ahora critican al voto inútil.
¿Candidaturas independientes?
Algunos sectores, a nivel individual, promueven las autocandidaturas “independientes”. Esa opción es apenas nominal porque la legislación electoral no considera a esa opción. Se puede escribir el nombre de algún candidato (a) pero, en la medida en que no está socialmente organizada, esa manifestación carece de posibilidades. Aunque así fuera no sería reconocida. Entonces, ¿de qué serviría? Entre otras cosas, para facilitarle las cosas al IFE.
Aún en el hipotético caso de que ganara una candidatura “independiente”, ¿habría una remota posibilidad de cambiar las cosas en el marco de una falsa democracia? ¡Ninguna! Actualmente, una vez electos, se dan casos de legisladores que se salen de sus partidos y se declaran “independientes”. ¿Han sido diferentes? ¡No!
En la presente coyuntura y, en el marco de la democracia del Estado, no es viable ninguna representación independiente. Los gobernantes y legisladores electos, aún “independientes”, NO representan al pueblo sino, asimismos o a sus grupos facciosos.
¿No votar?
A las múltiples razones para NO votar por nadie, reiteramos que TODOS los partidos políticos y sus candidatos han traicionado a la nación. Apenas en 2008, TODOS aprobaron una contra-reforma energética lesiva a la nación, TODOS avalaron la ruptura de la legalidad constitucional en materia de hidrocarburos y energía eléctrica para privatizar a TODAS las fuentes de energía.
Ahora, votando por algún partido o candidato, ¿se restablecería la legalidad constitucional? ¡No!, porque todos los partidos políticos y sus legisladores, el Estado en su conjunto, son los autores de la ruptura del “pacto político de la nación” surgido de la Revolución Mexicana.
Ni siquiera los candidatos apoyados por López Obrador garantizan nada, no solamente porque se mueven dentro de las instituciones estatales, alejados de la lucha social, sino porque NO promueven ninguna política diferente a los demás. Más aún, López Obrador transita por un camino engañoso, populista y con fondo neoliberal, jugando en varias bandas, confundiendo a sus propias bases, conduciéndolas por un camino que NO tiene corazón, sin organizar socialmente nada, esperanzado en una votación que podría revertirle sus “buenas” intenciones.
Entonces, ¿hay alguien por quién votar? ¡No! Anular el voto es similar a no votar. Entonces, ¿para qué votar y porqué no hacerlo? El voto es un derecho y, en tal virtud, incluye no votar. Abstenerse de votar, para los políticos oficialistas y sus voceros oficiosos es lo peor, dicen. Pero, casi nadie propone alternativas sino solo sumarse a la farsa del Estado excluyendo que la emisión del voto, en cualquiera de sus formas, NO contribuye a democratizar la vida nacional y, en ningún caso, se promueve la organización social, misma que no depende de la votación.
Votar significa practicar la “democracia”, una vez cada tres o seis años, entregando un cheque en blanco a los partidos políticos y al Estado. No votar, implica que, de todos modos, los partidos sigan haciendo lo que quieran. Es decir, no votar es un rechazo elemental. De hecho, el voto es una acción ciudadana también elemental, individual y que conlleva a la incorporación voluntaria a la vía diseñada por la reforma política estatal.
El voto es el camino para transformar a México, repiten los políticos, incluido López Obrador, insistiendo en la vía pacífica del cambio. ¿Eso es real? ¡No! Eso quiere decir que, al rechazar votar, ¿solamente queda la opción de lograr el cambio por la vía no pacífica? ¡No!
2009 elektron 9 (133) 5, FTE de México
Para la transformación social NO se puede ni se debe descartar ninguna vía política. Pero, el voto NO es la única alternativa pacífica.
¿Qué propone el FTE?
Proponemos la construcción de organización social, estructurada y movilizada territorialmente, en la perspectiva de ejercer el poder popular. Lo que se necesita es de un partido político propio, de clase. Pero esto no es viable en el corto plazo y menos para las presentes elecciones. Más aún, el proyecto de partido político implica una reflexión y praxis reformuladas. Al momento, el rechazo a las formas partidarias es muy amplio y la propuesta carece de apoyo social.
Los propios trabajadores están secuestrados en sus propias organizaciones sindicales controlados por sus carceleros, los charros sindicales, como parte de una estrategia del imperialismo que lleva varias décadas. La situación es tan deplorable que las organizaciones sindicales ni siquiera cumplen con sus deberes más elementales, así sean gremiales o egoístas, sino que están al margen de toda lucha social, vegetando en la ausencia de dinámica.
Necesitamos también de una central obrera clasista que tampoco es viable en el corto plazo debido, precisamente, a la desnaturalización e inexistencia del movimiento obrero mexicano. Además, la central se construye a partir de reorganizar al movimiento en veinte grandes sindicatos nacionales de industria, así como la recuperación de la independencia de clase, cuyo proceso implica un serio desafió que de momento no está presente.
No obstante, varios sectores, frentes y pueblos estamos en resistencia y movilizados enarbolando diversas banderas, reivindicando derechos sociales y/o la defensa de los recursos naturales. Pero estos esfuerzos distan de haber cristalizado, son locales o regionales, falta estructura, programa y acción unificada a nivel nacional.
Con todas las dificultades, sin embargo, allí está el México de abajo en resistencia. Lo que proponemos es avanzar, territorialmente, en la construcción de organización social estructurada a nivel nacional, regional, estatal y municipal. En este camino, debemos construir nuevas organizaciones, más allá de la coyuntura y, por supuesto, independientes del Estado. A partir de la organización local es imprescindible la coordinación nacional, la movilización sincronizada y la solidaridad internacional.
Este reto era desde ayer, nos hemos tardado, no estamos listos para una nueva Revolución porque NO la hemos preparado. Pero, tenemos que decidirnos, aún es tiempo. La organización social de los mexicanos es una NECESIDAD y rebasa con muchos a los procesos electorales. La opción que proponemos es, estratégicamente, necesaria cualesquiera que sea la forma de lucha política que se siga, incluso las elecciones.
De manera que votar o no votar NO es el problema. En las actuales circunstancias, votar NO es opción. NO votar es correcto a condición de no quedarse esperando a conocer por la televisión los resultados del IFE. Es decir, no hay que votar por nadie, hay que botarlos a todos. Pero, eso, rebasa a la consigna, hay que agitar a las conciencias, hacer vibrar la sonaja del corazón, tomar deciciones colectivas y orientarlas a la acción organizada, unificada y solidaria.
Después de casi cien años, desgastarse en la falsa dicotomía: votar o no votar, es innecesario, lo importante es impulsar un proyecto verdaderamente transformador que no hará ningún partido estatal, gobernante o diputado, ni persona alguna, sino el pueblo en movilización generalizada y en resistencia independiente. ¡Mexicanos, uníos!
Frente de Trabajadores de la Energía,
de México