El libro La fotografía mexicana acaba de ser publicado en Francia, por Actes Sud. La pequeña obra de bolsillo, intenta resumir en poco más de un centenar de imágenes la rica tradición de la foto en México, desde sus inicios hasta 1980.
Por Hugo Passarello
Tapa del libro "La photographie mexicaine"
ilustrada por la foto de Graciela Iturbide, "Los Pollos", 1979, en
Juchitán, México.
El título, ambicioso, promete lo imposible. No se puede
resumir en poco más de 100 imágenes la riqueza de la fotografía mexicana por
donde pasaron Edward Weston, Tina Modotti, Paul Strand, Lola y Manual Álvarez
Bravo, Graciela Iturbide, Flor Garduño, para mencionar algunos nombres.
Sin embargo, el libro, con textos de Alfonso Morales
Carrillo, Gina Rodríguez y Michel Frizot, no abandona la promesa y tienta la
curiosidad para descubrir ese universo.
Entre la selección de fotos, hay imágenes de hombres a punto
de ser fusilados durante la Revolución mexicana, la amputación de una pierna
luego de una batalla contra Estados Unidos, el corazón perforado por las balas
del asesino del general Álvaro Obregón, uno de los actores principales de la
revolución, y los muertos por algún accidente de tránsito, que fotografió
Enrique Metinides, ensangrentados en plena calle y rodeados de curiosos.
El comercio visual de la sangre y la muerte se explica,
según los autores, por las condiciones sociales precarias, la ineficacia y la
corrupción de las instituciones encargadas de investigar los crímenes y hacer
justicia y la impunidad de los criminales. Esas son las razones principales por
las cuales los hechos policiales se transformaron en México como una suerte de
proyección del inconsciente colectivo.
Una las fotos emblemáticas es la que tomó en diciembre de
1914 Agustín Casasola, cuando, tras tomar la Ciudad de México, Pancho Villa se
sentó en la silla presidencial marcando uno de los momentos claves de la
revolución mexicana. Villa conversa con Emiliano Zapata, sentado junto a él y
ambos ligeramente fuera de foco, rodeados por varios hombres.
Madre y niño mayor junto a bebé muerto, Guanajuato, 1905-1914. Imagen del Museo Regional de Guanajuato Alhóndiga de Granaditas, México. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), México.Romualdo Garcia
Montado en su caballo, el general brigadier estadounidense,
John Ellis Wool, avanza por las calles de Saltillo, en México, a la cabeza de
decenas de hombres. Es 1846, y en unos meses las fuerzas de Estados Unidos
ocuparían la ciudad de México, durante la guerra mexicana-estadounidense.
La imagen de Wool es un daguerrotipo, la primera foto en el
libro La fotografía mexicana que acaba de ser publicado en Francia por Actes
Sud.
El fotoperiodismo forma parte de la historia de la fotografía en México, desde que la técnica llegó al país en 1839, apenas cuatro meses después que fuera presentada en Francia.
La selección de fotos, que se detiene en 1980, busca mostrar, según sus autores, una fotografía que califican de popular, que se nutre de la pérdida y luego la revalorización de la cultura precolombina.
Por eso uno de los primeros roles de la fotografía fue documentar las ruinas de los pueblos originarios. De dónde viene la relación particular que los mexicanos tienen con la muerte, menos dramática y más festiva.
Quizás por eso durante muchos años la impulsión creadora fue la relación con la muerte, dicen los autores al mencionar a la figura más reconocida a nivel mundial de la fotografía mexicana, Graciela Iturbide, ganadora del premio Hasselblad en 2008.