Un aforismo popular sostiene que en México “hasta los ateos son guadalupanos” afirmación alternativamente defendida y negada por distintos sectores de la sociedad.
por Luz del Alba Belasko
Los viajes a centros sagrados han sido un universal a lo
largo de la historia humana, y siguen teniendo una gran importancia en
numerosas sociedades contemporáneas.
Millones de personas se desplazan ritualmente cada año y
sobre todo el día 12 de diciembre en donde invade una devoción a esta
advocación mariana, y su culto ha experimentado un auge en las últimas décadas
paralelo al aumento de la población de origen mexicano. Todos viajan hasta la
Basílica de la Virgen de Guadalupe.
El santuario, enclavado en una de las metrópolis más grandes del mundo, es escenario de decenas de peregrinaciones que parten a diario de todos los puntos del país, desde los Estados norteños limítrofes con EU hasta los meridionales con mayor presencia indígena.
No sólo recibe una gran afluencia de peregrinos en términos numéricos, sino también de una importante diversidad cultural.
Así el guadalupanismo mexicano se ha convertido en un cliché del imaginario social nacional y global. Todas las caras de una actividad devocional, comúnmente intensa y expresiva por parte de las clases de menor nivel de renta y nivel formativo.
Piña Chan dijo que para las peregrinaciones mexicanas en general quienes más sacrifican son los campesinos y es frecuentemente el drama que se convierte en tragedia, morir de fatiga, de hambre, de frío, pues los que parten de los pueblos no son los mismo que regresan, y el desgaste económico es colosal en proporción a sus ingresos.
Se hace como fuere, resulta significativo la persistencia en el imaginario social de esa incidencia de peregrinos empobrecidos en donde “sufren, pero tienen fe”
Especial de PapelRevolución