El Secretario de Hacienda
encarna mejor que cualquier otro aspirante la continuidad del sistema PRIANista
de corrupción, desigualdad y saqueo. La presencia de Meade en la boleta no
dejaría duda alguna con respecto a la disyuntiva central de los próximos comicios:
¿continuidad o cambio?
Meade es hijo de un priísta, Dionisio Meade, y sobrino nieto
de uno de los fundadores del PAN, Daniel Kuri Breña. Como buen tecnosaurio,
estudió su licenciatura con Luis Videgaray en el ITAM y su doctorado en las
escuelas “Ivy League” de los Estados Unidos, siguiendo el ejemplo de Carlos
Salinas y Ernesto Zedillo.
A Meade no le interesan ni la justicia social ni el
fortalecimiento institucional. Tampoco es un hombre carismático o atractivo que
haya podido construir un liderazgo fuerte o una imagen propia.
Lo que más caracteriza a Meade es su fiel servilismo hacia el dinero y el poder. Los bancos y la impunidad son sus negocios favoritos. Es precisamente por ello que quienes comulgan con el sistema actual lo ven con tan buenos ojos.
Meade inició su carrera política durante el sexenio de
Zedillo, como Secretario Adjunto de Protección al Ahorro en el Instituto de
Protección al Ahorro Bancario (IPAB), institución que fue creada en 1998 para
legalizar el enorme fraude cometido bajo el paraguas de su institución
antecesora, el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa).
Posteriormente, se incorporaría de lleno a los gobiernos de Vicente Fox y
Felipe Calderón, como Director General de Banrural, Subsecretario de Ingresos y
Secretario de Hacienda, entre otros cargos.
En 2012, Enrique Peña Nieto tomó la sorpresiva decisión de
mandar Meade a la Secretaría de Relaciones Exteriores, un cargo para el cual no
tenía experiencia o preparación alguna. Fue el único integrante del gabinete de
Calderón que gozó de un pase directo a la administración de Peña. Meade cobró
así su recompensa por los invaluables servicios que había brindado a Peña Nieto
durante su campaña presidencial.
Meade recientemente confesó públicamente que había votado por
Peña Nieto en 2012, aun cuando en ese momento formaba parte del gabinete de un
gobierno panista. Esta confesión no debe sorprender a nadie.
En realidad, no
solamente Meade sino también Fox, Calderón y toda la nomenclatura panista apoyó
a Peña Nieto como el candidato que mejor garantizaba la continuidad del régimen
frente a la amenaza del lopezobradorismo.
Como Secretario de Hacienda durante la campaña presidencial
de 2012, Meade debe conocer como la palma de su mano todos los secretos sobre
exactamente como y de donde se financiaban las tarjetas Monex y los otros
instrumentos financieros que permitían a Peña Nieto rebasar más de 14 veces el
tope de gasto de campaña.
No hay duda, por ejemplo, de que Meade hubiera tenido
conocimiento de las transferencias de Odebrecht y otros similares orquestados
por Emilio Lozoya. Meade seguramente también tenía conocimiento de los
depósitos triangulados hacia las tarjetas Monex desde el Grupo Comercializador
Cónclave, empresa administrada por Rodolfo Dávila, operador financiero del
Cártel de Juárez, tal y como lo ha revelado Aristegui Noticias (Véase:
http://ow.ly/Y3zD30g8dzD).
Jesusa Cervantes, reportera de Proceso, ha revelado asimismo
que justo antes de dejar la Secretaría de Hacienda en 2012, Meade negoció un
importante convenio fiscal con Singapur que facilitaría la fuga de capitales y
el lavado de dinero en aquel pequeño pero poderoso país asiático.
Después, como Canciller de Peña Nieto, Meade andaría por el mundo como vendedor ambulante de México al capital financiero internacional. Promovía las “reformas estructurales” como una gran oportunidad para el saqueo de las riquezas del país por las empresas más poderosas del mundo.
Posteriormente, como Secretario de Desarrollo Social, Meade
aprovecharía para pactar con los gobernadores más retrógradas y corruptas del
régimen. El aspirante presidencial también fue el responsable de presionar al
INEGI para modificar sus criterios de medición de los ingresos de los hogares
más desfavorecidas para dar la impresión de que el gobierno actual hubiera
reducido la pobreza.
Ahora, de regreso a la Secretaría de Hacienda con Peña
Nieto, Meade ha sido el autor de los gasolinazos, de los recortes al gasto
educativo y del aumento en el gasto militar. También ha dado continuidad a la
irresponsable política de endeudamiento extremo iniciada durante el gobierno de
Calderón, el cual se ha agravado aún más durante el sexenio actual. Gracias a
las gestiones de Meade y Videgaray en Hacienda desde 2010, la deuda pública
ahora equivale a 50% del Producto Interno Bruto.
Se la misma manera, son ampliamente conocidas las
convicciones ultraconservadoras de Meade en materia social. Es un
fundamentalista religioso cercano a Antonio Chedraoui y el Opus Dei que se
opone al aborto, el matrimonio gay y la liberación femenina.
En suma, Meade no es más que un chapulín reaccionario que salta de puesto en puesto haciendo gala de su habilidad con el encubrimiento y el engaño. Meade es la viva imagen de la continuidad del sistema de impunidad, corrupción, desigualdad y entreguismo que ha malgobernado el país desde la creación del PRI en 1946.
En el contexto actual de despertar ciudadano e indignación
generalizada, un candidato como Meade solamente podría imponerse en 2018 por
medio de uno de los fraudes electorales más grandes en la historia de la
nación.
fuente (Revista Proceso)