22 de Septiembre a las 14:49 hrs
celebramos el equinoccio autumnal
La Astronomía Maya compone el conjunto de
estudios sobre los astros que realizaron los mayas y que hoy siguen
sorprendiendo a los científicos. Su obsesión por el movimiento de los
cuerpos
celestes se basaba en la concepción cíclica de la historia, y la
astronomía fue
la herramienta que utilizaron para conocer la influencia de los astros
sobre el
mundo.
Los dioses mayas se distinguen por su naturaleza
antropomorfa,
fitomorfa, zoomorfa y astral. La figura más importante del panteón maya
es
Itzamná, dios creador, señor del fuego y del corazón. Representa la
muerte y el
renacimiento de la vida en la naturaleza. Itzamná se vincula con el dios
Sol,
Kinich Ahau, y con la diosa Luna, Ixchel, representada como una vieja
mujer
endemoniada.
Algunos investigadores opinan que su nombre deriva de las
palabras
con que supuestamente se definió ante los hombres: "Itz en Caan, itz en
muyal"
("Soy el rocío del cielo, soy el rocío de las nubes"). Pero también
parece que
significa "casa de la Iguana" y, conforme a esta idea, habría cuatro
Itzamnás,
correspondientes a las cuatro direcciones del universo. Itzamná, en la
mitología
maya, es la divinidad más importante, el señor de los cielos, del día y
de la
noche. Suele aparecer como un dios cuádruple, característica mágica que
también
se ve en la cábala judía y el tetragrámaton, las cuatro letras de dios y
el
valor mágico del número cuatro. Los itzamnás abarcan el Universo y, como
en
otras culturas mesoamericanas, están relacionados con los cuatro puntos
cardinales y sus colores: Este, rojo; Norte, blanco; Oeste, negro; Sur,
amarillo. Se le identifica unas veces con el dios creador Hunab Ku y
otras con
el dios Sol, Kinich Ahau. Se manifestaba como mujer bajo el nombre de
Ixchel,
diosa de la Luna y de las artes femeninas. Su imagen es la de una vieja
desdentada, con los pómulos hundidos y la nariz grande. A su carácter
divino,
debe agregarse su condición de héroe cultural, inventor de la escritura y
de los
libros y protector de la medicina. Cuatro genios o divinidades, los
Bacabs, por
otra parte, aparecen como sostenedores del cielo, los identificados con
los
cuatro puntos cardinales, un árbol (la ceiba sagrada) y un ave. Según la
versión
de ciertos pueblos mayas, sería hijo de Hunab Ku, ser supremo y
todopoderoso.
Chac, que se destacaba por su larga nariz, es el dios de
la
lluvia y suele aparecer multiplicado en chacs, divinidades que producen
la
lluvia vaciando sus calabazas y arrojando hachas de piedra. Las uo
(ranas) son sus acompañantes y actúan como anunciadoras de la lluvia.
Ligado con
la vegetación y con un alimento primordial entre los mayas y otras
culturas
precolombinas es el joven dios del maíz, Ah Mun, en frecuente lidia con
el dios
de la muerte, Ah Puch, señor del noveno infierno. Otras divinidades
asociadas
con las tinieblas y la muerte son Ek Chuah, dios negro de la guerra, de
los
mercaderes y de las plantaciones de cacao. Sobresale también Ixtab,
diosa de los
suicidios.
La similitud y los contactos entre la cultura maya y la
azteca
explican la aparición entre los mayas de la Serpiente Emplumada
(Quetzalcóatl),
que recibe el nombre de Kukulcán en Yucatán y de Gucumatz
en las
tierras altas de Guatemala.
El dios Jaguar se considera señor de la noche estrellada,
aunque
en realidad reina al mismo tiempo en el cielo, en la tierra y en el
mundo
subterráneo de las sombras. Bajo distintos nombres (onza, ocelote,
yaguareté)
aparece en distintas mitologías de África y América, como en la
tupí-guaraní, en
una de cuyas leyendas se cuenta que "Jaguar reventó el vientre de Sol,
lo comió,
le royó los huesos" o, según otra versión, que tiene una piel de color
azul
celeste y está esperando la orden divina para devorar a la humanidad.
Los mayas creían que había trece cielos dispuestos en
capas sobre
la tierra y que eran regidos por sendos dioses llamados Oxlahuntiku. La
tierra
se apoyaba en la cola de un enorme cocodrilo o de un reptil monstruoso
que
flotaba en el océano. Existían nueve mundos subterráneos, también
dispuestos en
capas, y regidos por sendos dioses, los Bolontiku, que gobernaban en
interminable sucesión sobre un "ciclo" o "semana" de nueve noches.
El
tiempo era
considerado una serie de ciclos sin principio ni fin, interrumpidos por
cataclismos o catástrofes que significaban el retorno al caos
primordial. Pero
nunca se acabaría el mundo porque creían en la palingenesia, la
regeneración
cíclica del universo. Los libros del Chilam Balam exponen predicciones
acerca de
esos ciclos de destrucción y renacimiento, como la que relata la
sublevación de
los nueve dioses contra los trece dioses celestiales, el robo de la gran
Serpiente, el derrumbe del firmamento y el hundimiento de la tierra.
También en
el Chilam Balam se dice que en 1541 llegaron los dzules, los
extranjeros.
Hasta ese momento estaba medido "el tiempo de la bondad del sol, de la
celosía
que forman las estrellas, desde donde los dioses nos contemplan", pero
llegaron
los dzules y lo deshicieron todo. "Enseñaron el temor, marchitaron las
flores,
chuparon hasta matar la flor de los otros porque viviese la suya":
habían venido
"a castrar al Sol". Según los mayas lacandones, cuando se acabe el mundo
los
dioses decapitarán a todos los solteros, los colgarán por los talones y
juntarán
su sangre en vasijas para pintar su casa. Después reconstruirán la
ciudad de
Yaxchilán, donde se habrán refugiado los lacandones. Según otra versión,
los
jaguares de Cizín, dios del inframundo, se comerán al Sol y la Luna.
Congreso de astrónomos
Copán fue uno de los centros mayas que más contribuyó al
desarrollo de la astronomía; allí se celebraron varios congresos de
astrónomos.
El altar Q (en la fotografía), en el que aparecen 16 astrónomos —cuatro
en cada
cara lateral—, fue erigido en conmemoración de uno de estos congresos.
Richard A. Cooke III/Corbis Media
El calendario solar maya era más preciso que el que hoy
utilizamos. Todas las ciudades del periodo clásico están orientadas
respecto al
movimiento de la bóveda celeste. Muchos edificios fueron construidos con
el
propósito de escenificar fenómenos celestes en la Tierra, como El
Castillo de
Chichén Itzá, donde se observa el descenso de Kukulkán, serpiente
formada
por las sombras que se crean en los vértices del edificio durante los
solsticios. Las cuatro escaleras del edificio suman 365 peldaños, los
días del
año. En el Códice Dresde y en numerosas estelas se encuentran los
cálculos de los ciclos lunar, solar, venusiano y las tablas de
periodicidad de
los eclipses.
Entre los mayas, la cronología se determinaba mediante un
complejo sistema calendárico. El año comenzaba cuando el Sol cruzaba el
cenit el
16 de julio y tenía 365 días; 364 de ellos estaban agrupados en 28
semanas de 13
días cada una, y el año nuevo comenzaba el día 365. Además, 360 días del
año se
repartían en 18 meses de 20 días cada uno. Las semanas y los meses
transcurrían
de forma secuencial e independiente entre sí. Sin embargo, comenzaban
siempre el
mismo día, esto es, una vez cada 260 días, cifra múltiplo tanto de 13
(para la
semana) como de 20 (para el mes). El calendario maya, aunque muy
complejo, era
el más exacto de los conocidos hasta la aparición del calendario
gregoriano en
el siglo XVI.
Los mayas
eran
astrónomos absolutamente realizados. Su principal interés, en contraste
con los
astrónomos "occidentales", era estudiar los movimientos del Sol sobre
sus
latitudes. Todos los años, el sol viaja a su punto del solsticio del
verano, o a
la latitud de 23-1/3 grados del norte.
La mayoría de
las
ciudades mayas estaban localizadas al sur de esta latitud, lo que
significa que
podrían observar el sol directamente por encima durante el tiempo que
pasaba
sobre su latitud. Esto sucedía dos veces al año, en tiempos iguales
alrededor
del día del solsticio.
Los mayas
podían
determinar fácilmente estas fechas, porque en el mediodía local, no
había
sombra. Las observaciones del paso por el cenit son posibles solamente
en las
zonas tropicales y eran absolutamente desconocidas por los
conquistadores
españoles que descendieron sobre la península de Yucatán en el
decimosexto
siglo. Los mayas tenían un dios que representaba dicha posición del sol,
llamado
el dios del salto.
Venus era el
objeto
astronómico de mayor interés. Quizá lo conocían mejor que cualquier otra
civilización que no perteneciera a Mesoamérica. Pensaron que era más
importante
que el sol. Lo miraron cuidadosamente mientras se movía a través de sus
estaciones y se dieron cuenta que tardaba 584 días en coincidir la
Tierra y
Venus en la misma posición con respecto al Sol. Además, se fijaron que
transcurría cerca de 2922 días para que la Tierra, Venus, el Sol y las
estrellas
coincidieran.
El patrón de
Venus se
cuenta generalmente en la conjunción inferior, esa vez en que Venus pasa
entre
el Sol y la Tierra. Un diagrama de esta situación se puede considerar a
la
izquierda.
Según sus
observaciones, durante este período, Venus no se podía ver desde la
Tierra, ya
que desaparece por un período de 8 días aproximadamente. Cuando se sale
justo
después de la conjunción inferior, es decir, cuando aparece después en
el cielo
de la mañana, el llamado orto heliaco (porque sale con el Sol),
era la posición más importante de Venus.
Después
salir,
Venus alcanza su mayor brillo. Entonces se irá hacia el oeste,
moviéndose
rápidamente (en el movimiento retrógrado) lejos del Sol. Luego seguirá
siendo
visible cerca de 260 días en el cielo de la mañana hasta que alcanza la
conjunción superior. En este punto, Venus está en el lado opuesto del
Sol respecto de la Tierra. Llega a ser débil, hasta que
se sumerge bajo
el horizonte, para volver a aparecer en el lado opuesto del Sol al cabo
de 50 días.
Después sale como estrella de la tarde y sigue en el cielo nocturno
alrededor de 260 días hasta que pasa por el este y brilla más
intensamente antes de
llegar la conjunción inferior otra vez.
Los Mayas
hicieron
observaciones diarias en Venus, el cual tenía un efecto psicológico
sobre los
Mayas y otras culturas de Mesoamérica. Se ha demostrado que medían el
tiempo de
algunas de sus guerras basándose en los puntos inmóviles de Venus y de
Júpiter.
Hacían sacrificios humanos después de la conjunción superior, cuando
Venus
estaba en su magnitud más débil porque temían más el primer orto heliaco
después de la conjunción inferior.
En el códice
de Dresde,
los Mayas tenían un calendario que exhibía el ciclo completo de Venus.
Contaron
cinco sistemas de 584 días, 2.920 días en total u 8 años
aproximadamente, y cada
5 repeticiones de Venus completaban un ciclo.
Los Mayas
pensaban que
evidentemente no era más que un trozo sobre el Sol y lo observaron
hasta
alcanzar
una trayectoria fuera de la eclíptica. Observaron la variación de su
trayectoria
a lo largo del año por el horizonte. En Chichen Itzá, durante la puesta
del
Sol, la serpiente de la estrella se levanta encima del lado de la
escalera de
la pirámide llamada El Castillo en el día del equinoccio de primavera y
de
otoño. Los Mayas no solo conocían los extremos del Sol en los
solsticios, sino también los equinoccios en que el sol parecía
salir justo al este o
justo en el oeste. Las observaciones de la eclíptica deben haber sido
una porción
importante de la observación solar maya.
Los Mayas
tenían un
componente lunar en sus inscripciones del calendario. Después de obtener
la
información sobre las fechas de los calendarios mayas, las inscripciones
típicas
mayas contienen un cómputo lunar. La cuenta lunar se basaba en 29 o 30
días. El
período sinódico lunar consta de aproximadamente 29,5 días, así que
alternando
su cuenta entre estos dos números la luna también fue introducida
cuidadosamente
en la secuencia del calendario. El conocimiento lunar también era
importante
para ellos porque permitía hacer predicciones de eclipses: un almanaque
para
predecirlos está contenido en el Códice de Dresde.
Los Mayas
retrataron
la eclíptica en sus ilustraciones como una serpiente de dos direcciones.
La
eclíptica es la trayectoria del Sol en el cielo marcada por un grupo de
constelaciones fijas de estrellas. Aquí la Luna y los planetas pueden
verse
porque están limitados, como la Tierra, por el Sol. Las constelaciones
en la
eclíptica también se llaman constelaciones del zodiaco. No se sabe
exactamente
cuáles fueron las constelaciones fijas en la eclíptica vista por los
mayas, pero
hay una cierta idea del orden en algunas partes del cielo. Se sabe que
había un
escorpión, que comparamos con nuestra propia constelación de Escorpio,
pero con
la diferencia de que sus pinzas coincidían con la actual constelación de
Libra.
También se ha encontrado que Géminis aparecía en la cultura maya como un
cerdo o
un pecarí, (un animal de la familia del cerdo). Otras constelaciones en
la
eclíptica eran identificadas como un jaguar, una serpiente, un palo, una
tortuga
o un monstruo del xoc, es decir, un tiburón o monstruo del mar. Las
Pléyades
eran vistas como la cola de una serpiente de cascabel que se llamaba
"Tz'ab."
La Vía Láctea
(nuestra galaxia) era venerada por los mayas. La llamaron el Árbol del
Mundo y
era representada mediante un árbol en flor alto y majestuoso, el Ceiba.
La figura
blanquecina también fue llamada el Wakah Chan. Wak significa "erguido".
Chan o
K'an significa "cuatro", "serpiente" o "cielo". El
Árbol del Mundo se encuentra en el cenit
cuando Sagitario está por encima del horizonte. En este tiempo la Vía
Láctea sale
por encima del horizonte y cruza el meridiano. Las nubes de estrellas
que forman el llamado actualmente “Camino de Santiago” fueron vistas
como el árbol de la vida de donde proviene toda la vida. Cerca de
Sagitario, el
centro de nuestra galaxia, donde el árbol del mundo cruza la eclíptica,
era
de especial atención para los Mayas. Un elemento importante del árbol
del mundo
es el monstruo Kawak, de cabeza gigante. Este monstruo era también una
montaña o
un monstruo del witz. Un tazón de la fuente del sacrificio en su cabeza
contiene
una lámina del pedernal y el jeroglífico de Kimi que representa la
muerte. La
eclíptica se representa a veces como una barra que cruza el eje
principal del
árbol del mundo, representado una forma muy similar a la cruz cristiana.
Encima
del árbol del mundo encontramos un pájaro llamado Itzam Ye, el pájaro
más
importante. Hay evidencias que demuestran que el Sol se aparecía en el
árbol del
mundo en el solsticio de invierno.
Cuando en los
meses de
invierno la Vía Láctea dominaba el cielo, fue llamada "serpiente blanca
deshuesada". Esta parte de la Vía Láctea había pasado por encima en el
cielo
nocturno durante la estación seca. No es brillante como las nubes de
estrellas
que dominan el norte del cielo del ecuador durante los meses de verano,
pero los
observadores en zonas oscuras podrán ver el resplandor fácilmente. Aquí
la
eclíptica cruza dicha Vía Láctea otra vez, cerca de la constelación de
Géminis
que era la localización aproximada del Sol durante solsticio del verano.
Es
posible que las quijadas de la serpiente Blanco-Deshuesada fueran
representadas
por la cabeza del monstruo de Kawak.
Los reyes
Mayas
midieron el tiempo de sus rituales de accesión en consonancia con las
estrellas
y la Vía Láctea. Celebraron reuniones del k'atun aproximadamente cada
veinte
años. Al final del período del k'atun, una de las reglas de los mayas
era
levantar una figura, llamado árbol de piedra, para conmemorar el
acontecimiento.
En la figura de piedra se representaban la hora de estas ceremonias e
iban
vestidas con los trajes que contenían los símbolos asociados al árbol
del mundo.
En sus sombreros llevaban el pájaro principal, Itzam Ye, y en sus brazos
sostenían una barra ceremonial que representaba a la serpiente de dos
direcciones de la eclíptica. Usando los elementos del traje del árbol
del mundo
la regla de los mayas estaba ligada al cielo, a los dioses y a ese
ingrediente
esencial, la vida. Además, se ha encontrado que cuando la reunión del
k'atun
coincidía con ciertas posiciones planetarias, los mayas iban a la guerra
para
obtener prisioneros. La cosmología maya era una filosofía viva y
religiosa que
impregnó sus vidas a un modo que puede parecer excesivo para la gente
moderna.
Ellos eran observadores astutos, sensibles a la naturaleza cíclica del
sol, de
la luna y de los planetas.