Pepe López Arévalo: de la guerrilla al periodismo Q.E.PD.


 Pepe López Arévalo
              
Descansa en Paz
                 Yajalón, Chiapas

 
 
 
¡¡HASTA SIEMPRE!! 






 
 
 Pepe López Arévalo: 
de la guerrilla al periodismo

Línea Sur, ejemplo de Libertad Absoluta

por Sarelly Martínez

No recuerdo por qué razón Pepe López Arévalo no pudo asistir a una entrevista con don Toño Pariente, entonces candidato a diputado federal por el PRI en las elecciones de 1995.
Yo tomé su lugar y me dirigí a Exclusivas en Tuxtla, donde despachaba el político y empresario chiapaneco.
Después de esperar unos minutos, una mujer menudita y alegre entró presurosa para decirme: “Pepe, ahorita viene mi papá para la entrevista y debido a que voy de prisa no puedo platicar contigo, pero quiero decirte que me encanta tu columna, tu buen humor y las fotografías que publicas”.
Lanzadas así de improviso los elogios que no me pertenecían y viendo ya en la puerta a don Toño, no me quedó otra que aceptar el cumplido.
No sé en qué circunstancias Chachita conoció al verdadero José López Arévalo, pero esa confusión me indicó que el desparpajo de las columnas Sobrelíneas y Línea Sur había ayudado a crear una comunidad de lectores fieles y apasionados como su autor.



Por mi parte, me encontré con Pepe en Yajalón en 1991, cuando visité su municipio para entrevistar al presidente municipal Hans Setzer Marseille.
No volvimos a vernos hasta que, tres años después, con José Juan Balcázar, me visitó para invitarme a formar parte de un proyecto periodístico que rápidamente bautizamos como Este Sur, y al que más tarde se sumó Héctor Cortés Mandujano y Enrique Alfaro.
A lo largo de más de cinco años, José Juan, Pepe, Héctor y quien esto escribe, redactamos y diseñamos una publicación abierta a las inquietudes de poetas, narradores, líderes sociales y de muchos cómplices que encontraban en sus páginas una mirada alternativa al mundo chiapaneco.
Ahí, entre plática y teclazo, fui conociendo a Pepe; sus andanzas como líder estudiantil de la ETA de Yajalón; su estancia en Villahermosa y su viaje a la ciudad de México como becario del Instituto de Capacitación Política (ICAP) del PRI, sus años en la clandestinidad y sus inicios en el periodismo de provincia con Nueva Generación.
Desde joven, desde que fue becario del PRI, Pepe supo que su historia no estaría vinculada al tricolor, sino a un partido modesto, pero rebelde y revolucionario, el Mexicano de los Trabajadores (PMT), que comandaban los líderes históricos de la izquierda, Heberto Castillo y Demetrio Vallejo.
Se afilió inmediatamente después de concluir su curso en el ICAP, y pronto empezó a participar en las manifestaciones de protesta del partido y como doblador del periódico Insurgencia Popular, órgano de difusión del PMT.

Sus simpatías por la izquierda venían desde su adolescencia, cuando descubrió Los Agachados y Los Supermachos, de Rius, que lo llevaron después a la revista proguerrillera ¿Por qué?, de Mario Renato Menéndez, y a textos del marxismo más ortodoxo e infumable.
Con esos antecedentes era normal su ingreso a la Preparatoria Popular de Tacuba, una escuela donde se gestaban permanentemente marchas, mítines y paros contra el gobierno y el capitalismo salvaje.

A Pepe, quien vivía entonces en una casa de estudiantes, se le presentaron motivos para realizar manifestaciones, sobre todo cuando el gobierno decidió cerrar estas casas, y ofrecer, en contrapartida, becas a los estudiantes de provincia para que ellos mismos pagaran su alojamiento y comida.
Las movilizaciones de los estudiantes obligó a la Secretaría de Educación Pública a mantener las instalaciones, pero el gobierno persiguió, golpeó y encarceló a los líderes estudiantiles.
José López Arévalo fue uno de ellos. Lo detuvieron y le fincaron delitos de motín, asonada y actos de piromanía.
 
 El fin es el medio

Estuvo un año y dos meses en el Reclusorio Norte, un lugar que rebosaba en aquel tiempo de líderes sociales y auténticos guerrilleros. A ellos se acercó y aprendió el valor de la disciplina, del estudio y del trabajo solidario. Más que guerrilleros, aquellos hombres del Reclusorio Norte parecían apóstoles predicadores de un paraíso terrenal que debía emerger de las cenizas de la sociedad capitalista. El tiempo les mostró que aquellos deseos estaban más emparentados con la religión que con el devenir de los hombres, hechos en su mayoría de miserias y veleidades.
En un intento de detener los movimientos estudiantiles de los setenta, el gobierno encarceló a los líderes, entre ellos a José López Arévalo, quien fue confinado en el Reclusorio Norte, y no en las mazmorras de Lecumberri, donde estuvieron los primeros presos políticos de esa década, entre otros, el amigo de los de Este Sur, Saúl López de la Torre.
El Reclusorio Norte fue pensado para dejar atrás la historia negra de Lecumberri y fue contemplado como un modelo de rehabilitación de los internos. Ofreció cursos técnicos diversos, electricidad, mecánica, primaria, secundaria, preparatoria, incluso, licenciaturas.

Pepe se inscribió en antropología, donde cursó asignaturas de materialismo dialéctico, economía política y materialismo histórico. Varios de sus compañeros pertenecían a la Liga Comunista 23 de Septiembre y a la Unión del Pueblo, las organizaciones más radicales de los setenta; la última evolucionó, incluso, a lo que ahora es el EPR.

Dos días después de que lo habían sentenciado a ocho años de prisión, una amnistía gubernamental lo puso de nuevo en la calle, en las manifestaciones y en la organización de la Casa del Estudiante de Provincia.
Los vínculos establecidos en la cárcel y el hostigamiento continuo de las autoridades lo empujaron a vivir en la clandestinidad, bajo el amparo de la Liga Comunista 23 de Septiembre.
Nuevamente tomó un curso intensivo de acciones subversivas: preparación de bombas, adiestramiento militar, espionaje, incluso asalto.

La caída y desaparición de varios de sus compañeros, más el nacimiento de su primera hija, le hicieron volver los ojos a Yajalón. “¿Por qué no regresar a la tranquilidad del pueblo?”, se preguntó, y pronto lo expuso a sus compañeros de resistencia, de quienes recibió la aprobación, pero también la encomienda de continuar difundiendo el mensaje revolucionario.
Aquí debería terminar la biografía contestataria de Pepe, para recuperar su otra biografía, la amorosa, hecha igual, de intensidades, compromisos y rupturas. Pero lo cierto es que hasta aquí tuvo apenas escaramuzas: una adolescente del pueblo y una muchacha del D.F., con quien, después de 15 días de conocerla, se casó.

En Yajalón, en lugar de dedicarse al cultivo del café o a la captura de satz, esos gusanos crujientes, con sabor a sesos, se inventó un nuevo destino: la de escritor y director de periódico.
En esa empresa, que medio pueblo creía llevada al fracaso, reunió a varios aprendices de relatores de la cotidianidad que escribieron, como pudieron, sobre el café, la marimba, los indios y el movimiento magisterial.

El nombre del periódico mostraba la trayectoria de Pepe: Nueva Generación, que en mucho recordaba a Regeneración de los hermanos anarquistas Flores Magón.
Los mil ejemplares de Nueva Generación, que se habían impreso en las oficinas de El Tiempo de Amado Avendaño, esperaban los editores que se acabara en las primeras horas, y que causara un revuelo enorme en Yajalón. Pero no fue así: de esa edición sólo se vendieron 50, y las subsecuentes tuvieron una suerte parecida.
Los codirectores, porque todos eran codirectores para impedir el protagonismo de un director, comenzaron a abandonar el naciente proyecto periodístico, menos Pepe, quien decidió seguir con la publicación.

A la vuelta de unas ediciones más, la publicación fue reclamando sus lectores, patrocinadores y anunciantes.

Después de Yajalón, el semanario amplió su circulación a Chilón, a Ocosingo y, finalmente, a Palenque. Estos municipios, tradicionalmente descuidados por los periódicos tuxtlecos, encontraron en Nueva Generación un medio articulador para sus organizaciones sociales, campesinas y para sus propios ayuntamientos.


En los casi diez años de existencia de Nueva Generación, José López Arévalo fue multiplicando sus contactos, tanto políticos como periodísticos. Conoció y se afilió a la Unión de Periodistas Democráticos, la famosa UPD, que exigió por vez primera salario mínimo profesional para los informadores, actualización y dignificación del gremio periodístico nacional.
Sus viajes eran también más largos: San Cristóbal, Tuxtla Gutiérrez, Villahermosa y la ciudad de México, y su presencia en la UPD fue cada vez más importante, a grado tal que fue nombrado presidente de la delegación Chiapas y de la región Sureste del país.

El asesinato de Roberto Mancilla Herrera en 1993 exigió la participación de Pepe en el desahogo de pruebas ministeriales en Tuxtla. Su encargo en la UPD y su amistad con el periodista desaparecido lo obligaron a formar parte de la comisión que se integró para investigar esa muerte.
Como otros muchos asesinatos, el de Roberto Mancilla no se esclareció plenamente, pero permitió a Pepe asentarse en la capital, crear y consolidar nuevas amistades.
Seis meses antes del estallido zapatista, José López Arévalo, Leticia Hernández Montoya, Enrique Alfaro y Arcadio Acevedo dieron vida a Expreso Chiapas, un diario que intentaba constituirse en una cooperativa de trabajadores de la información.
En aquellos días inciertos del 94, el recién inaugurado diario, dirigido por Pepe, abrió sus páginas a los comunicados zapatistas. Fue un hecho insólito en la prensa local, porque representó, de alguna manera, un desafío a los poderes del estado, pero una vía de información novedosa para los lectores chiapanecos.

El proyecto para que Expreso se convirtiera en cooperativa fracasó, por lo que el director, junto con varios de los colaboradores, tuvieron que abandonar el periódico.
En esas circunstancias nos reencontramos. Y pensamos en un nuevo foro periodístico. Juntamos un poco de dinero, compramos dos computadoras, una impresora, rentamos una oficina y empezamos a escribir desde un espacio propio: el semanario Este Sur.

Obviamente el más entusiasta de Este Sur era Pepe, y en él dejamos toda la responsabilidad, desde la edición hasta la dirección.
Su columna, Sobrelíneas, que venía recogiendo lectores, pasó al Cuarto Poder, transfigurada en Línea Sur, después saltó para La Voz del Sureste, y ahora ocupa su plana cotidiana en Noticias, Voz e Imagen de Chiapas.

Ahí Pepe, como dueño de su espacio, que no lo franquicia nadie, ha escrito de gobernadores, diputados y políticos de especies diversas; de películas disfrutadas, de libros, de conferencias, de cantinas, de amigos y, por supuesto, de musas.
Su columna es una bitácora de marinero en tierra, que escribe para dejar constancia de su travesía, de las tempestades, de los puertos, de los buenos vientos, de las rupturas de velas y de los encuentros con sirenas de altamar.

A Pepe se le agradece el encuentro con animales mitológicos, con Circes, con Didos, pero también el redescubrimiento de lo cercano, de lo nuestro, de los amigos, de las esperanzas convertidas en Paulita, Deeyra, Haydée y Mayra.
¿Por qué buscamos Línea Sur? Sobre todo porque en los textos encontramos vida, ironía, humor, irreverencia y sinceridad.
Línea Sur es un ejemplo de Libertad Absoluta. Libertad del autor para abordar los temas de su interés y de los lectores; libertad para adoptar el tono adecuado: polémico, informal, humorístico; y libertad en su estructura y en sus formas expresivas, que transita con frecuencia de la narración a la argumentación, pasando por la descripción, con sus diferentes combinaciones.
 
Como columnista, Pepe tiene el poder de crear actualidad. Una musa, una observación, un nombre del pasado, una denuncia, las convierte en tema de conversación. Ahí está su poder. Un poder que no busca ser poder, sino conciencia del poder.

Por sus ocurrencias, su lenguaje llano, sus temas, José López Arévalo está emparentado con Gervasio Grajales. Ambos encontraron en el periodismo la posibilidad de convertir sus obsesiones (amor, musas, política y bohemia) en el Tema que a todos sus lectores nos interesa y nos distrae.
En el libro Sobre la línea, que reúne los mejores textos de Sobrelíneas y Línea Sur, representa la posibilidad de recrearnos nuevamente con la bitácora solidaria de un marinero, vigía del horizonte, pero catador también de vida y de puertos.