El 2 de octubre
Por Rafael Alfaro Izarraraz
Los estudios de los fenómenos sociales contemporáneos, coinciden en señalar el movimiento estudiantil que ocurrió México y en otros países del mundo, constituye un parteaguas de la historia actual, es decir, existe un antes y un des- pués del 2 de octubre. La pregunta que de inmediato surge es ¿por qué ese movimiento tuvo un significado como el que se le acredita?
La respuesta que ofrecen estos teóricos es más o menos la siguiente: se trata de un movimiento que puso en entredicho aquella idea que prevalecía en aquel momento ene l sentido de que la clase obrera, a quien el marxismo le había adjudicado el rol de encargada de conducir a la sociedad a un mundo de igual- dad y felicidad, había dejado de ser verdad.
Se puso fin a la idea de que el capitalismo había engendrado a su propio "sepulturero" la clase obrera y que, por tanto, todas las demás clases oprimi- das y explotadas deberían sujetarse a su liderazgo. Los estudiantes demostra- ron que había un vacío social y que, sin menospreciar las ideas de Marx, los conflictos tenían su propio escenario y reparto actoral.
Que no era necesario que el socialismo se instalara algún día para poder lograr la felicidad. Acceder a un estado de bienestar no debería, necesariamente, esperar a que un día se instalara la dictadura del proletariado. Como en el caso de las religiones, poco a poco se ha impuesto la idea de que el bienestar huma- no no debe tener nada que ver con ideas más allá del mundo real, el hoy y aquí. Por lo tanto, la idea de la revolución socialista, y sin negar el derecho a quie- nes desean ejercer esos propósitos, con su cuota de sangre y ruptura social, no se consideraba como la única ruta a seguir. Si bien es cierto que surgieron agrupaciones, en países de América Latina que siguieron la lucha armada, tam- bién es verdad a partir del 68 y aún antes, nuevas formas de lucha se han expe- rimentado, como la resistencia pacífica, la acción colectiva y la constitución de nuevos sujetos sociales.
En los países del bloque llamado socialista, la sociedad había sido duramente reprimida en el momento en que había decidido cuestionar el régimen soviéti- co que había encerrado a las naciones en su esfera y, como decían los checo- eslovacos, una Nación que le impide la libertad a otras, no puede ser garante de la libertad.
En los países capitalistas, aparte de los grupos estudiantiles, había surgido un sinnúmero de movimientos sociales, minorías, que había cuestionado el esta- do de bienestar. Los negros en los Estados Unidos y los movimientos pacifis- tas, nos ofrecieron un panorama de que el estado de bienestar no se había logrado en las sociedades más avanzadas industrialmente.
Los negros carecían de derechos, pero el país de las barras y las estrellas, el otro polo del poder, intentaba someter a regiones como Asia a su control, que no era otro que el de las industrias transnacionales, como ocurría en Vietnam. Los restos de los soldados norteamericanos empezaron a llegar a las costas norteamericanas, lo que despertó la conciencia de millones de ciudadanos que rechazaron esa forma de vida.
Nuevas expresiones culturales habían socavado el viejo régimen, los beattles se habían escuchado por primera ocasión en Praga, y en los Estados Unidos, por millones, los ciudadanos demandaron un mundo en paz; cuestionaron los cerrados sistemas monopartidistas o bipartidistas, en donde las elites se pasa- ban el poder de unos a otros, o bien simplemente lo administraban "a favor" de la Nación.
El Muro de Berlín fue eliminado y la división del mundo en países socialistas y capitalistas, el mundo bipolar, terminó. Los movimientos estudiantiles abrie- ron la brecha para que surgieran otros más, con el tiempo: ambientalistas, de mujeres, de grupos étnicos, migrantes, sin casas, desempleados, minorías nacionales, autonomistas, indigenistas, por los derechos de grupos homose- xuales y lesbianas, entre otros tantos.
El mundo socializado, en donde el Estado Nacional era el que representaba a la sociedad y por tanto tutelaba sus derechos dejó su lugar a un proceso de des- ocialización al que ha llevado el capitalismo liberal y globalizador. Las insti- tuciones políticas y sociales, en el contexto de un Estado que pierde su centra- lidad a favor de instancias supranacionales (como ocurre con México con rela- ción a Estados Unidos y Canadá), han dejado de jugar el papel de mediadores y, en su caso, atenuadores de los conflictos sociales.
El mundo que dejó de existir ha sido sustituido por el de la revolución en la informática que ha convertido al mundo en una auténtica aldea global. El uso del internet, el facebook, la telefonía celular e inalámbrica, ha reconvertido al mundo cuyas manifestaciones aún estamos por ver como la conversión del dólar en moneda mundial que anuncia la caída de un imperio que se esfuerza por evitar su caída.
También se han creado nuevos sujetos sociales, el hombre es colocado como el constructor y creador del mundo, capaz de pensar y decidir por sí mismo, pero también de alejarse del mundo del sujeto manipulado por el mercado, deseoso de ser él mismo, de pensar por sí mismo, de construir un mundo en donde prevalezcan los valores y no los principios, en donde el hombre sea él mismo.
Los indignados de Europa, de los países árabes y del norte de Egipto han reto- mado el estandarte del movimiento estudiantil de 1968, en los mismos Estados Unidos demandan frente Wall Street que la sociedad aleje a los que no ven otra cosa que el interés por la ganancia, sujetando al hombre a esos designios: el hombre y la mujer no tiene por qué ser sacudido todos los días por los movi- mientos del mercado, es el hombre el que debe controlar lo que ocurre a su alrededor y no a la inversa.
Un nuevo mundo se intenta construir ante una nueva realidad, el mundo de las revoluciones tecnológicas y de la producción cultural, en algunas regiones nos azota la inseguridad, pero si el hombre logra rescatarse a sí mismo también sabrá eliminar el hambre y la miseria que han resultado más amenazadoras de lo que muchos creían.