La izquierda en América Latina y la refundación del PRD
por Jorge López Arévalo
EsteSur Chiapas
En Octubre fui invitado, entre otros compañeros, a presentar una ponencia en uno de los foros que realiza el PRD en todas las entidades del país. Me vinieron a invitar a San Cristóbal de Las Casas y, como siempre acostumbro a ir donde me invitan, accedí, pues no soy militante del PRD ni nunca lo he sido, pero sí me considero un ciudadano de izquierda y creo el PRD es un partido de izquierda que ha conjuntado diversas corrientes históricas en nuestro país, pero que ha reproducido prácticas no democráticas y con una burocracia que reproduce la cultura política priista de nuestro país.
Todos los partidos tienen ese pecado original y además se han convertido en franquicias electorales, que usufructúan dinero público de las prestaciones de ley.
Me tocó hacer un análisis de la izquierda en América Latina, la política económica y la economía chiapaneca. En este artículo hablaré de manera sucinta de la izquierda en América Latina.
El término «izquierda» se originó en la Revolución Francesa, cuando la Asamblea Nacional de 1789 sentó a la mano siniestra de la presidencia a los portavoces más radicales de la causa popular. Luego de la Revolución rusa de 1917 se generalizó su uso como sinónimo del conjunto de fuerzas y tendencias que, en la confrontación entre capitalismo y socialismo, muestran algún grado de simpatía hacia este último. Hasta los años 80 del siglo XX el término tendió mundialmente a englobar a anarquistas, comunistas, socialistas, socialdemócratas y socioliberales. Un ingrediente adicional lo vino a constituir, sobre todo desde fines de la Segunda Guerra Mundial, la izquierda cristiana, que cobró mayor fuerza con el concilio Vaticano II.
Actualmente muchos parlamentos del mundo se dividen entre izquierda y derecha. Recientemente me tocó estar de invitado en el Parlamento español por el expresidente de su símil europeo, Enrique Barón Crespo, quien, aparte de platicar en su despacho e invitarnos a comer en el restaurante del Congreso, dio instrucciones para que nos hicieran un tour guiado. Una de las cosas que nos dijeron fue en el Parlamento se divide en izquierda y derecha. Nos indicaron que, ahora, José Luis Rodríguez Zapatero se sienta a la izquierda porque la representa y contesta desde ahí, mientras que cuando estaba José María Aznar lo hacía desde la derecha.
A fines del siglo XX los conceptos parecieron cambiar como producto del avance ideológico del neoliberalismo, pues comenzó a generalizarse el término conservadores para etiquetar a quienes se oponían a los cambios en los países del socialismo real y se acuñó el término de progresistas a aquellos que querían derrumbar esos gobiernos, lo cual generó confusión en el seno de la izquierda histórica, pues consideraban esos países eran parte de la izquierda mundial y quienes pretendían derrocarlos eran la derecha apoyada por el imperialismo u otras fuerzas oscuras. Con el tiempo se ha puesto las cosas en su lugar, pues ha quedado cada vez más claro esos gobiernos derrocados por las masas, en muchos casos, no representaban a estos últimos y gobernaban en su nombre y representación. Sin embargo, era tal el desprestigio en que se encontraban esos Estados que no quedó margen para una salida de izquierda en ninguno de ellos, pues consideraban era igual que los partidos de Estado que se encontraban en los gobiernos y se les consideraban los enemigos a vencer.
Hoy, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil, Nicaragua, Argentina, Uruguay, Chile, Paraguay y El Salvador son países en los cuales llegaron al gobierno dirigentes y partidos que, supuestamente, son o se declaran de “izquierda”. Estos pueblos se sienten llenos de una esperanza nueva, depositada en sus presidentes Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Ignacio Lula, Daniel Ortega, Cristina Kirchner, Tabaré Vásquez, Michelle Bachelet, Fernando Lugo o Mauricio Funes. Sin embargo, no es la primera vez que dirigentes políticos despiertan la esperanza de los olvidados, de los condenados de la tierra como decía Franz Fanon. Tampoco sería la primera vez que los decepcionaran.
En todos estos países, entre 1980 y 2009, los gobiernos anteriores habían aplicado frías y duras exigencias del dogma económico neoliberal: con rigor, sin matices ni piedad, a pesar de las desigualdades y costos sociales que crecían de año en año. Como siempre, los pueblos aguantaron, se arreglaron como pudieron, pero tampoco faltaron protestas, rebeldías, movimientos sociales, políticos y culturales en Venezuela, zapatistas en Chiapas, indios en Ecuador, cocaleros y “guerras” del agua y del gas en Bolivia, Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, “piqueteros” y autogestión de las empresas “recuperadas” en Argentina… Estas ofensivas, combinadas con crisis económicas y escándalos de una corrupción descarada, agudizaron más aún la toma de conciencia popular y despertaron ciertas fuerzas políticas de “izquierda”. Es así como, en pocos años, entre 1999 y 2009, nació un nuevo tiempo de esperanza en una decena de países latinoamericanos. La mayor parte de países de América Latina que tuvieron movimientos altermundistas dieron el viraje hacia la izquierda, menos en México, producto de fraudes electorales, manipulación mediática e incapacidad de la izquierda al dejarse arrebatar los triunfos.
Los rasgos que definen y caracterizan a la “izquierda” en el mundo parecen ser los siguientes:
1. Identificación con los intereses generales o “históricos” de las clases trabajadoras y populares, incluidas clases medias, y la defensa de dichos intereses.
2. La aceptación dialéctica de la democracia liberal o “burguesa” como etapa histórica en el avance humano que, no obstante su “agotamiento” o sus trampas y arcaísmos, ha creado valores que deben ser defendidos a todo trance contra retrocesos autoritarios o fascistas, como en Honduras actualmente.
3. La propuesta de ampliar la democracia del ámbito meramente político y formal al de las relaciones económicas, sociales y culturales, para que sean regidas por los intereses de las mayorías. Con esa finalidad, se propone la modificación, o sustitución, de la economía de mercado neoliberal y la búsqueda de un proceso de producción gestionado por mecanismos de control manejados con criterios, no sólo de producción eficaz, sino también de equidad distributiva.
4. En ciertos sectores intelectuales, particularmente de América Latina, se reserva la calificación de “izquierda” únicamente para aquellas corrientes que muestran simpatía por los pasados modelos del llamado “socialismo real” o la Revolución cubana, negándose esa calificación a los socialdemócratas y otros reformistas.
El autor de este artículo no acepta esta definición restrictiva de la izquierda, sino comparte el criterio amplio que se aplica tanto en Europa como en Norteamérica.
5. El internacionalismo y la solidaridad entre pueblos en lucha por su emancipación nacional y social, el rechazo a la guerra y armamentismo, la búsqueda de la igualdad de etnias, género y culturas.
6. El internacionalismo esencial de la izquierda no excluye los movimientos de liberación nacional dirigidos contra casos específicos de dominación colonial. Los clásicos del socialismo inicialmente pensaban el colonialismo tenía un contenido progresista porque destruían formas sociales arcaicas y, al destruirlas con la expansión capitalista, preparaban la revolución obrera mundial.
Sin embargo, a partir de las rebeliones anticoloniales de China, India e Irlanda entre 1855 y 1867, Marx y Engels entendieron la importancia del movimiento anticolonialista o de liberación nacional como indispensable fuerza auxiliar de la clase obrera de los centros industriales en la lucha contra el poder capitalista.
Esa estrategia de alianza entre socialismo y nacionalismo antiimperialista fue desarrollada más adelante por Lenin y el movimiento comunista, así como por la socialdemocracia de inspiración austromarxista.
Estas ideas siempre han sido claras para la mayor parte de la izquierda en América Latina, y el planteamiento nacionalrevolucionario forma parte esencial de los programas de lucha en nuestra región (de ahí proviene el cardenismo).
7. Por último, un elemento importante en el desarrollo de la izquierda a escala mundial ha sido su necesidad y determinación de deslindarse de movimientos populistas autoritarios, denunciarlos y combatirlos. Desde Napoleón III hasta los fascismos del siglo XX y los militarismos de América Latina.
En síntesis, en México una política de izquierda debe ser de lucha contra el modelo neoliberal y la lucha contra la corrupción en todas sus formas y manifestaciones, pero también debe estar fincada en altos y progresivos impuestos, pues, de lo contrario, no hay manera de redistribuir la riqueza y ampliar la clase media.
Una política económica de izquierda es la que hace Lula en Brasil, por ejemplo, ha ampliado la clase media y crea empleos y eso que no se dice el presidente del empleo. Una política de izquierda es crear empleos formales y tratar de disminuir la pobreza en México, que es insultante, buscando mayor cohesión social. No debe haber política que sea considerada de izquierda si no mejora el nivel de vida de la mayoría de la población, pues, aunque se diga tal, no lo es.
En la reunión del PRD se escucharon voces exigiendo la libertad de José Manuel Hernández Martínez (Chema) y desde esta modesta opinión me sumo a quienes desean un Chiapas libre de presos políticos y de conciencia como lo es Chema. Libertad a José Manuel Hernández Martínez, tzotzil a quien este escribidor considera aparte de un luchador social un intelectual indio, el más ilustrado que he conocido en mis recorridos por el Chiapas profundo.
por Jorge López Arévalo
EsteSur Chiapas
En Octubre fui invitado, entre otros compañeros, a presentar una ponencia en uno de los foros que realiza el PRD en todas las entidades del país. Me vinieron a invitar a San Cristóbal de Las Casas y, como siempre acostumbro a ir donde me invitan, accedí, pues no soy militante del PRD ni nunca lo he sido, pero sí me considero un ciudadano de izquierda y creo el PRD es un partido de izquierda que ha conjuntado diversas corrientes históricas en nuestro país, pero que ha reproducido prácticas no democráticas y con una burocracia que reproduce la cultura política priista de nuestro país.
Todos los partidos tienen ese pecado original y además se han convertido en franquicias electorales, que usufructúan dinero público de las prestaciones de ley.
Me tocó hacer un análisis de la izquierda en América Latina, la política económica y la economía chiapaneca. En este artículo hablaré de manera sucinta de la izquierda en América Latina.
El término «izquierda» se originó en la Revolución Francesa, cuando la Asamblea Nacional de 1789 sentó a la mano siniestra de la presidencia a los portavoces más radicales de la causa popular. Luego de la Revolución rusa de 1917 se generalizó su uso como sinónimo del conjunto de fuerzas y tendencias que, en la confrontación entre capitalismo y socialismo, muestran algún grado de simpatía hacia este último. Hasta los años 80 del siglo XX el término tendió mundialmente a englobar a anarquistas, comunistas, socialistas, socialdemócratas y socioliberales. Un ingrediente adicional lo vino a constituir, sobre todo desde fines de la Segunda Guerra Mundial, la izquierda cristiana, que cobró mayor fuerza con el concilio Vaticano II.
Actualmente muchos parlamentos del mundo se dividen entre izquierda y derecha. Recientemente me tocó estar de invitado en el Parlamento español por el expresidente de su símil europeo, Enrique Barón Crespo, quien, aparte de platicar en su despacho e invitarnos a comer en el restaurante del Congreso, dio instrucciones para que nos hicieran un tour guiado. Una de las cosas que nos dijeron fue en el Parlamento se divide en izquierda y derecha. Nos indicaron que, ahora, José Luis Rodríguez Zapatero se sienta a la izquierda porque la representa y contesta desde ahí, mientras que cuando estaba José María Aznar lo hacía desde la derecha.
A fines del siglo XX los conceptos parecieron cambiar como producto del avance ideológico del neoliberalismo, pues comenzó a generalizarse el término conservadores para etiquetar a quienes se oponían a los cambios en los países del socialismo real y se acuñó el término de progresistas a aquellos que querían derrumbar esos gobiernos, lo cual generó confusión en el seno de la izquierda histórica, pues consideraban esos países eran parte de la izquierda mundial y quienes pretendían derrocarlos eran la derecha apoyada por el imperialismo u otras fuerzas oscuras. Con el tiempo se ha puesto las cosas en su lugar, pues ha quedado cada vez más claro esos gobiernos derrocados por las masas, en muchos casos, no representaban a estos últimos y gobernaban en su nombre y representación. Sin embargo, era tal el desprestigio en que se encontraban esos Estados que no quedó margen para una salida de izquierda en ninguno de ellos, pues consideraban era igual que los partidos de Estado que se encontraban en los gobiernos y se les consideraban los enemigos a vencer.
Hoy, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil, Nicaragua, Argentina, Uruguay, Chile, Paraguay y El Salvador son países en los cuales llegaron al gobierno dirigentes y partidos que, supuestamente, son o se declaran de “izquierda”. Estos pueblos se sienten llenos de una esperanza nueva, depositada en sus presidentes Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Ignacio Lula, Daniel Ortega, Cristina Kirchner, Tabaré Vásquez, Michelle Bachelet, Fernando Lugo o Mauricio Funes. Sin embargo, no es la primera vez que dirigentes políticos despiertan la esperanza de los olvidados, de los condenados de la tierra como decía Franz Fanon. Tampoco sería la primera vez que los decepcionaran.
En todos estos países, entre 1980 y 2009, los gobiernos anteriores habían aplicado frías y duras exigencias del dogma económico neoliberal: con rigor, sin matices ni piedad, a pesar de las desigualdades y costos sociales que crecían de año en año. Como siempre, los pueblos aguantaron, se arreglaron como pudieron, pero tampoco faltaron protestas, rebeldías, movimientos sociales, políticos y culturales en Venezuela, zapatistas en Chiapas, indios en Ecuador, cocaleros y “guerras” del agua y del gas en Bolivia, Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, “piqueteros” y autogestión de las empresas “recuperadas” en Argentina… Estas ofensivas, combinadas con crisis económicas y escándalos de una corrupción descarada, agudizaron más aún la toma de conciencia popular y despertaron ciertas fuerzas políticas de “izquierda”. Es así como, en pocos años, entre 1999 y 2009, nació un nuevo tiempo de esperanza en una decena de países latinoamericanos. La mayor parte de países de América Latina que tuvieron movimientos altermundistas dieron el viraje hacia la izquierda, menos en México, producto de fraudes electorales, manipulación mediática e incapacidad de la izquierda al dejarse arrebatar los triunfos.
Los rasgos que definen y caracterizan a la “izquierda” en el mundo parecen ser los siguientes:
1. Identificación con los intereses generales o “históricos” de las clases trabajadoras y populares, incluidas clases medias, y la defensa de dichos intereses.
2. La aceptación dialéctica de la democracia liberal o “burguesa” como etapa histórica en el avance humano que, no obstante su “agotamiento” o sus trampas y arcaísmos, ha creado valores que deben ser defendidos a todo trance contra retrocesos autoritarios o fascistas, como en Honduras actualmente.
3. La propuesta de ampliar la democracia del ámbito meramente político y formal al de las relaciones económicas, sociales y culturales, para que sean regidas por los intereses de las mayorías. Con esa finalidad, se propone la modificación, o sustitución, de la economía de mercado neoliberal y la búsqueda de un proceso de producción gestionado por mecanismos de control manejados con criterios, no sólo de producción eficaz, sino también de equidad distributiva.
4. En ciertos sectores intelectuales, particularmente de América Latina, se reserva la calificación de “izquierda” únicamente para aquellas corrientes que muestran simpatía por los pasados modelos del llamado “socialismo real” o la Revolución cubana, negándose esa calificación a los socialdemócratas y otros reformistas.
El autor de este artículo no acepta esta definición restrictiva de la izquierda, sino comparte el criterio amplio que se aplica tanto en Europa como en Norteamérica.
5. El internacionalismo y la solidaridad entre pueblos en lucha por su emancipación nacional y social, el rechazo a la guerra y armamentismo, la búsqueda de la igualdad de etnias, género y culturas.
6. El internacionalismo esencial de la izquierda no excluye los movimientos de liberación nacional dirigidos contra casos específicos de dominación colonial. Los clásicos del socialismo inicialmente pensaban el colonialismo tenía un contenido progresista porque destruían formas sociales arcaicas y, al destruirlas con la expansión capitalista, preparaban la revolución obrera mundial.
Sin embargo, a partir de las rebeliones anticoloniales de China, India e Irlanda entre 1855 y 1867, Marx y Engels entendieron la importancia del movimiento anticolonialista o de liberación nacional como indispensable fuerza auxiliar de la clase obrera de los centros industriales en la lucha contra el poder capitalista.
Esa estrategia de alianza entre socialismo y nacionalismo antiimperialista fue desarrollada más adelante por Lenin y el movimiento comunista, así como por la socialdemocracia de inspiración austromarxista.
Estas ideas siempre han sido claras para la mayor parte de la izquierda en América Latina, y el planteamiento nacionalrevolucionario forma parte esencial de los programas de lucha en nuestra región (de ahí proviene el cardenismo).
7. Por último, un elemento importante en el desarrollo de la izquierda a escala mundial ha sido su necesidad y determinación de deslindarse de movimientos populistas autoritarios, denunciarlos y combatirlos. Desde Napoleón III hasta los fascismos del siglo XX y los militarismos de América Latina.
En síntesis, en México una política de izquierda debe ser de lucha contra el modelo neoliberal y la lucha contra la corrupción en todas sus formas y manifestaciones, pero también debe estar fincada en altos y progresivos impuestos, pues, de lo contrario, no hay manera de redistribuir la riqueza y ampliar la clase media.
Una política económica de izquierda es la que hace Lula en Brasil, por ejemplo, ha ampliado la clase media y crea empleos y eso que no se dice el presidente del empleo. Una política de izquierda es crear empleos formales y tratar de disminuir la pobreza en México, que es insultante, buscando mayor cohesión social. No debe haber política que sea considerada de izquierda si no mejora el nivel de vida de la mayoría de la población, pues, aunque se diga tal, no lo es.
En la reunión del PRD se escucharon voces exigiendo la libertad de José Manuel Hernández Martínez (Chema) y desde esta modesta opinión me sumo a quienes desean un Chiapas libre de presos políticos y de conciencia como lo es Chema. Libertad a José Manuel Hernández Martínez, tzotzil a quien este escribidor considera aparte de un luchador social un intelectual indio, el más ilustrado que he conocido en mis recorridos por el Chiapas profundo.